Montevideo
«Ainadamar» entre el impacto y lo obvio
Festival de Granada. «Ainadamar». Autor: O. Golijov. Intérpretes: María Hinojosa, Marina Pardo, Carmen Romeu, Alfredo Tejada. Director: Corrado Rovaris. Orquesta Ciudad de Granada. Teatro del Generalife. Granada. 25-VI-2011
Entre febrero y marzo, el compositor argentino Osvaldo Golijov (La Plata, 1960) tomó literalmente el Auditorio Nacional dentro del octavo ciclo «Carta Blanca» que organiza la Orquesta Nacional, conjunto de conciertos del que en estas páginas se dio cumplida reseña y que se saldó con un personal triunfo del músico. El éxito «descriptible», o sea, discreto, ha acompañado al estreno español de su primera ópera, «Ainadamar» –en árabe «fuente de las lágrimas»–, presentada en 2003 en el Festival de Tanglewood y de la que ya existe una cuidada versión discográfica.
De Mariana a Bernarda
La obra refleja la amistad entre Margarita Xirgu (Molins de Rey, 1888 - Montevideo, 1969) y García Lorca, como una serie de «flashbacks» en los que la actriz evoca al poeta y dramaturgo, del que interpretó toda su producción teatral, desde la «Mariana Pineda» de 1927 hasta «La casa de Bernarda Alba», esta última en su exilio latino-americano, iniciado en 1936 y prolongado hasta su muerte. La obra, de 80 minutos, es poliédrica. Algunas ideas son excelentes y funcionan con rara idoneidad: que el delator de Lorca, Ruiz Alonso, sea representado por un iracundo cantaor flamenco –magnífica recreación de Alfredo Tejada–, o el vínculo-eje Mariana Pineda/Lorca/Xirgu, y desde luego la ejecución de Viznar convertida en tableteo balístico en forma coreográfica de inmisericorde zapateado.
Otras, en cambio, son, no ya tópicas y chirriantes, sino que están en la frontera del «kitsch», como la «última cena» con Xirgu, Lorca y Mariana como Jesucristo/oficiantes, rematada en la producción granadina por un baile átono con infumable velo verde volátil, o la "ascensión"final de poeta y actriz a no se sabe bien dónde. Lo mejor, sin duda, está en la no menos polisémica música de Golijov, aunque a veces se haga reiterativa: por ejemplo, la obra tiene tres finales, en los que parece que la pieza concluye pero vuelve a «andar»; aunque el músico domina todos los recursos, hasta el dato dramático-musical de que, homenaje a «Octavian» o «Cherubino», el eterno adolescente que es Lorca lo encarne una mezzosoprano.
Lo peor, no menos obvio, es el libreto de David Henry Hwang, con buenos pasajes –la relación entre Xirgu y su alumna Nuria o el canto de Lorca a Mariana Pineda–, pero trufado de trivialidades y lugares comunes. Todo ello fue defendido con empeño encomiable por las protagonistas vocales –Hinojosa, Pardo y Romeu–, y tocado con primor por la Orquesta Ciudad de Granada. La reacción del público fue comedida y educada, en algún sector entusiasta, y, según lo visto, comprensible.
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