Afganistán

La herida invisible en la mente de un soldado

Con la retirada de Estados Unidos de Irak, o la anunciada por España de Afganistán «lo antes posible», no acaban las guerras. Las secuelas físicas y, las más extendidas, las mentales, dejan una huella imborrable en las tropas. Más de un tercio de los soldados estadounidenses que regresaron de Irak requirieron terapia psicológica. 

La herida invisible en la mente de un soldado
La herida invisible en la mente de un soldadolarazon

Sólo en Kabul y en Bagdad, el Ejército estadounidense recibe hasta 3.500 solicitudes de ayuda psicológica de entre sus tropas. Son soldados profesionales, pero los primeros efectos de la guerra no tardan en llegar con las experiencias vividas en el frente.


El especialista Ethan McCord fue uno de los primeros en llegar a la escena. Un grupo de presuntos insurgentes había sido atacado por un helicóptero Apache en una calle de Bagdad en 2007. Las ráfagas de 30-mm dejaron un rastro imborrable en McCord. «La parte superior de la cabeza de un hombre estaba completamente fuera», recuerda el militar en la revista «Time». «Otro hombre quedó rajado desde la ingle hasta el cuello. Otro había perdido una pierna... Yo nunca había visto nada como esto antes», relata.


Luego McCord escuchó el llanto de un niño en el interior de una furgoneta negra que también había sido presa de los disparos. En el interior, encontró a una niña asustada y herida. Junto a ella estaba un niño de empapado en sangre. Su padre quedó destrozado, dice McCord en «Time»: «Estaba de lado desplomado, como si estuviera tratando de proteger a los niños, cuando fue alcanzado». McCord no podía apartar la vista de los niños: «Comencé a ver las imágenes de mis dos hijos de regreso a casa en Kansas».


Niderland definió en 1960 el síndrome del superviviente: «Se siente indefensión ante las vivencias de angustia y temor que se reiteran en los sueños y el recuerdo, sentimientos de culpa por sobrevivir, de fracaso vital, de desesperanza, de reticencia a las relaciones humanas, y una actitud básica de desconfianza».


Regreso del frente
Sin embargo, la retirada de Irak no cierra las cicatrices fácilmente. El regreso a casa no siempre es el final del conflicto en la mente de los veteranos. Un proceso que, económicamente, supone millones de euros en terapias mentales para volver a la normalidad.


El fin de la guerra es un «problema» para el que Estados Unidos no está preparado. Se estima que dispone de un 20 por ciento menos de psiquiatras de los que necesitan los militares, a menudo en situaciones críticas como a la hora de frenar los suicidios. Trastorno por estrés postraumático, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, trastornos emocionales, conductuales, abuso de alcohol y otras sustancias y suicidio, definen la situación.


El estrés del combate
El trastorno por estrés postraumático es el efecto más frecuente. Desde la II Guerra Mundial se han implementado sistemas de detección en los soldados antes de enviarlos al frente de batalla a través de con cuestionarios especiales, hasta la presencia de especialistas en salud mental en el área de combate para facilitar una rápida recuperación de los soldados con síntomas psíquicos sin tener que enviarlos a hospitales alejados.


Las reacciones psicóticas son frecuentes. El estrés del combate supone una sobretensión psíquica y un 17 por ciento de los militares acaba sufriendo depresión grave, ansiedad generalizada o abuso de sustancias.


«La experiencia de vulnerabilidad y de peligro, de indefensión y de terror, puede marcar en profundidad el psiquismo de las personas. El espectáculo de violaciones o torturas, de asesinatos o ejecuciones masivas, de bombardeos y arrasamiento o exterminio de poblados enteros es casi por necesidad traumatizante, sobrepasa los mecanismos de reacción del individuo a situaciones extremas», según la investigadora Liuba Yamila Peña Galbán.