Novela

Nos queda la Xibeca

La Razón
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El sábado leí la prensa como cada mañana. Fue deprimente. En Noruega, decenas de jóvenes son asesinados a sangre fría. Las juventudes socialdemócratas reunidas como todos los años para debatir y reflexionar, no pudieron hacerlo. Alguien, en nombre de no se sabe qué, acabó con sus vidas. Ni una sola idea merece que se derrame una gota de sangre. Por eso, es coherente que Interior prohibiera los actos de homenaje a un etarra.

El desprecio hacia el que piensa diferente es la simiente del odio, la xenofobia o el racismo, y es el hilo conductor de las ideologías que apuestan más por el vencer –como sea– que por el convencer. Las crisis son el escenario perfecto para los que buscan ese momento ideal para atizar el «los unos contra los otros», «los buenos contra los malos». Es el momento de agitar los más bajos instintos.
No repuesto de mi depresión, llega la omnipresente crisis. Europa salva al euro en el último minuto mientras Obama y los republicanos tienen a los EE UU a los pies de los caballos –lean mercados–.

En casa, el Banco de España interviene la CAM, destituye a sus directivos e inyecta dinero con cifras que marean. De momento, nadie ha exigido responsabilidades a los antiguos gestores. Un poco más allá, Miss Italia recibe ataques racistas. «Esa asquerosa negra no puede ser italiana» dice una web patrocinadora del orgullo blanco. Gran nivel intelectual ¿no creen?

En este panorama, un pequeño alivio. Los recuerdos de familia y amigos alrededor de una «litrona» me hacen sonreír. Visto lo visto, aún nos queda la Xibeca. Todo un símbolo cultural, compartido por más de una generación, cumple 80 años. Felicidades.