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«Costa chapuza»

Los pasajeros españoles presentarán una denuncia conjunta> Los ministros de Industria, Exteriores y Fomento coordinan en Barajas la asistencia a los españoles> Localizados en Roma otros dos pasajeros dados por desaparecidos> La tragedia del «Costa Concordia», en imágenes > Otros naufragios importantes> La isla de Giglio, el lugar del naufragio

«Costa chapuza»
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ROMA- El «Costa Concordia» era un gigante de los mares de casi 300 metros de eslora, uno de los mayores buques de crucero jamás fletados. Un gigante, sí, pero con pies de plomo. En cuanto a seguridad, el sistema de evacuación era una auténtica chapuza, como demostraron desde su capitán hasta la mayor parte de la tripulación cuando se produjo el incidente que provocó que la nave encallase y se hundiese el pasado viernes frente a la isla de Giglio.

El primer y principal error de seguridad lo cometió el capitán, Francesco Schettino, al tomar esa ruta. La nave se encontraba a sólo 150 metros de la costa cuando los escollos acuchillaron su casco, abriendo una vía de agua que resultó mortal. Según las autoridades italianas, que están investigando lo ocurrido, el «Costa Concordia» no debía nunca haberse acercado tanto a la isla, pues a esa distancia era inevitable que chocara contra las rocas del fondo. La cuestión de la ruta promete polémica: al parecer, era habitual que los cruceros se aproximasen tanto a la isla de Giglio. A los capitanes les gustaba que los locales admirasen sus barcos y que, a su vez, los viajeros contemplaran la belleza del paraje.

En este mismo sentido, se expresó la naviera a través de un comunicado. «El rumbo del barco parece haber sido demasiado próximo a la orilla, y el criterio al manejar la emergencia parece no haber seguido los procedimientos de calidad de Costa», asegura.

El alcalde de la isla, Sergio Ortelli, llegó incluso a enviarle un correo electrónico el pasado verano al entonces capitán del «Costa Concordia» para agradecerle el «espectáculo». «Le doy las gracias en nombre de toda la comunidad por este evento importante. Es un espectáculo único que se ha convertido ya en una irrenunciable tradición», escribía Ortelli, quien asegura ahora que no era habitual que los cruceros pasasen tan cerca. El comandante le respondió diciendo que también él esperaba que esta práctica se convirtiese en una «tradición a continuar».

Fuese o no una costumbre, hay constancia de que no era la primera vez que estos cruceros se la jugaban aproximándose mucho a la isla. Uno de los cuerpos sin vida hallados ayer es el del español que estaba desaparecido, un anciano de Mallorca. El otro es de un italiano. El balance es ya de cinco muertos, medio centenar de heridos, y quince desaparecidos.

Tras el error fatal de la ruta, la segunda gran chapuza en cuanto a la seguridad fue el tiempo que tardó el comandante en dar la alarma a la Guardia Costera y a los viajeros. Desde que se produjo la colisión con los escollos hasta que pidió auxilió pasó casi una hora. «Tras el primer golpe nos decían por megafonía que no pasaba nada. Aseguraban que era un fallo del generador y que lo estaban arreglando. Pensábamos que era verdad, pero el barco empezó a escorarse cada vez más, hasta que se salió el agua de las piscinas. Aquello era una pista de patinaje. Luego sonaron los pitidos de alarma y ya no nos dijeron nada más. Cada uno se salvó como pudo. Todos pensamos que si el capitán hubiese dado la alarma antes, no hubiera pasado nada», cuenta Juan Quevedo, uno de los supervivientes.

Este joven de Figueras que viajaba en el barco con una amiga denuncia el tercer gran fallo de seguridad: la incapacidad e irresponsabilidad de la tripulación ante lo que estaba ocurriendo. «En todo el follón, porque eso es lo que fue, no vi a ningún marinero que nos ayudase. Sólo hubo camareros, cocineros y gente de servicio. Incluso el responsable de la seguridad de los españoles, un tal Jairo, llegó de los primeros a la isla y, cuando le pedí información, se quitó la chapa de Costa Cruceros como diciendo que no quería saber nada y que era uno más».

La denuncia de Juan Quevedo la corrobora también la mallorquina Mercedes Torrero: «He hecho dos cruceros más, y lo primero que haces al entrar en el barco es un simulacro de emergencia. En este barco, nada más entrar nos dieron unas tarjetitas rojas que tienes que enseñar a tu guía español cuando haces el simulacro. El responsable, Jairo, nos dijo que se las entregásemos aunque no lo hubiéramos hecho. Decía que en el barco nunca pasa nada. Fue un desastre total, desde el capitán hasta el último responsable». Afónica debido a las ocho horas que pasó a la intemperie durante la primera noche, Mercedes cuenta que todo ha sido «un descontrol, un sálvese quien pueda».

Ayudarán a aclarar qué pasó realmente esa noche los datos que contiene la caja negra del barco, que ya ha sido retirada. Su información podría hacerse pública hoy o mañana.