Navarra
El cuento del fin de ETA
«Estamos ante el final del terrorismo». «Si no nos equivocamos, lo lograremos». «Hay que actuar con habilidad». Los españoles asistimos en los últimos meses a la repetición machacona de unos mensajes que, si se analizan con detenimiento, no se ajustan a la realidad.
La legalización de Bildu por el Tribunal Constitucional y su participación en las elecciones municipales y forales ha supuesto para ETA la recuperación de su «Frente Institucional». Lo ha hecho con una fuerza, y en unas condiciones favorables, no conocidas hasta ahora.
Más importante
Ese «Frente», como advierten desde hace años expertos antiterroristas en sus informes, es tan importante en la banda como los «comandos» o las fábricas de explosivos; pero de mayor relevancia para que pueda alcanzar sus fines: la independencia del País Vasco, con la anexión de Navarra. Y, por supuesto, la excarcelación de sus presos.
«ETA no es simplemente un grupo de delincuentes que, mediante el exclusivo uso de la violencia, pretende conseguir» esos objetivos. «Aceptar esta tesis no sólo sería cerrar los ojos a la realidad evidenciada a lo largo de muchos años, sino caer en un error de graves e imprevisibles consecuencias», subrayaba uno de estos informes.
Mientras las cosas le vayan bien a ETA y a su entramado, con Bildu y, si es legalizado, con Sortu, no tiene por qué haber atentados. Pero si, se les pone, como parece lógico, freno a sus pretensiones, ¿qué ocurrirá?, ¿alguien ha recibido la garantía de que nunca más habrá terrorismo?
De momento, la realidad, la que palpan los vascos y el resto de los españoles, se llama Bildu. Probablemente, los que propiciaron la convalidación de sus listas de candidatos confiaban en que las cosas se iban a desarrollar de otra manera; y que la banda y su entramado se iban a conformar con un pago tan importante a cambio del alto el fuego. Parece que se equivocaban.
Más Batasuna
La coalición es, cada día que pasa, más Batasuna; y Batasuna, como dicen las sentencias de los Tribunales, es ETA. Están envalentonados y han puesto en marcha todas sus campañas: a favor de los presos; la salida de las Fuerzas de Seguridad y Armadas del País Vasco y Navarra; la independencia; la «euskaldunización» (imposición del euskera), etcétera. Sin olvidar el factor miedo que supone, para los que no piensan como ellos, la presencia «institucional» de los proetarras, sobre todo en localidades medianas y pequeñas.
Según expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN, la actuación de Bildu en los ayuntamientos y otras instituciones, está caracterizada por el sometimiento a una «jerarquía superior», a la que se consulta cualquier decisión importante. Cuando en las comisiones municipales se ponen sobre la mesa asuntos que pueden tener una cierta relevancia, la respuesta de los representantes de Bildu es siempre la misma: no pueden adoptar una postura en ese momento. ¿A quién consultan? La respuesta parece clara si se revisa la lista de «asesores» (cabecillas de Batasuna o de grupos similares) que han sido contratados. Existe una «dirección única», todavía no identificada, para todo lo que concierne al trabajo municipal de la coalición.
Otras de las consecuencias, según las citadas fuentes, es que Batasuna ha «fagocitado» a las otras organizaciones que forman Bildu: Eusko Alkartasuna y Alternatiba, que, al ser legales, contribuyeron a que la coalición pasara el corte del Tribunal Constitucional. El siguiente objetivo que se han marcado, tal y como reveló LA RAZÓN en su día, es Aralar, a la que tratan de convencer para que forme candidaturas conjuntas para las Elecciones Generales.
Los «gestos»
¿Cómo se puede hablar del fin del terrorismo de ETA si la banda ha logrado, tras muchos años de ilegalización, reimplantar su «Frente Institucional» en el País Vasco y Navarra? ¿Qué han dado los pistoleros a cambio? ¿Un alto el fuego que, en la práctica, se convierte en ausencia de atentados y extorsión, para que quienes propugnan la nueva estrategia se puedan presentar en las Elecciones Generales con semejante «éxito»?.
Cada vez que Bildu hace un «gesto», como la reparación del monolito de una víctima o anuncia la asistencia a homenajes de personas asesinadas por la banda (de momento, eso: un anuncio), se apresuran a blasonar la importancia del paso que se ha dado.
La realidad, la de todos los días, es otra: ETA sigue existiendo; reorganiza en Francia sus estructuras criminales (ya no lo niegan ni los expertos más crédulos del primer momento); Bildu no la condena, ni por activa ni por pasiva, ni le pide que desaparezca; y el lendakari de todos los vascos, el socialista Patxi López, acaba de mostrarse a favor de la legalización de Sortu, el partido de la «izquierda abertzale», de ETA, como ayer publicaba «Gara» de forma destacada.
El partido que pueda formar gobierno tras las elecciones del 20 de noviembre tendrá la responsabilidad de gestionar una situación que, cada día que pasa, es más compleja. La cesión ante ETA y su entramado, no es la solución. De haberlo sido –comentan víctimas de la banda criminal en privado–, se podía haber adoptado hace años y se habría evitado mucho dolor y sufrimiento.
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