Crisis económica

Cantinela paternalista

La Razón
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La izquierda tiene un problema con la libertad. Sencillamente, no le gusta. Le molesta que podamos decidir, en el ejercicio de la responsabilidad individual, cuestiones básicas de nuestra vida: en qué gastar las rentas de nuestro esfuerzo, qué educación queremos para nuestros hijos, qué médico preferimos que nos asista, qué nos apetece comer o beber y, ahora, hasta cómo y en qué debemos ahorrar cuando las cosas van mal. Prefiere el control, el dirigismo y la imposición. Siempre por nuestro bien, por supuesto. En su obsesión por librarnos del trabajo de pensar y de todas las dificultades de la vida, la izquierda sería feliz dictándonos el voto. Como no puede, trata de asegurárselo mediante la dependencia que fomenta el subsidio y la subvención. Está en su manual de gobierno. Lo ha estado siempre.

Con las arcas públicas vacías por la crisis y una política de gasto desenfrenado, la jugada ahora se complica. Y no deja de sorprender que, acreditada su incapacidad para la gestión de los problemas reales, Zapatero sea incapaz de controlar su pulsión liberticida en momentos tan difíciles para él y su gobierno. Al no poder tirar de la chequera para anestesiar rechazos y comprar voluntades, el empecinamiento en cincelar un hombre nuevo a golpes de su ideario progresista termina irritando a todo el mundo: pensionistas, funcionarios, parados, familias, internautas, empresarios, automovilistas, autónomos, fumadores... Todos hartos. No de su tutela buenista. Hartos de tanta burla. Porque no es lo mismo reducir la velocidad en el conjunto de un plan global, serio y responsable de ahorro energético, que imponerla a la vez que el dinero público se despilfarra en subvencionar energías deficitarias por un prejuicio ideológico, el mismo que desprecia también otras más baratas. Igual que no hubiera sido lo mismo atajar el problema del tabaco en los lugares públicos en época de prosperidad que cuando pone en peligro tantos negocios y empleos. Si encima tenemos que soportar la cantinela paternalista de que todo es por nuestro bien, pues así estamos. Hasta el gorro.