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En las alegrías y en las penas

Agustín Gras
Agustín Graslarazon

Con los militares
Agustín Gras/Teniente herido en Afganistán

«Su apoyo es el mejor reconocimiento»

En la vida de todo ser humano se alternan los buenos y malos momentos. En ocasiones el tránsito de un momento inmensamente feliz a otro terriblemente nefasto, se realiza con demasiada rapidez, y en ambos, uno gusta de la compañía de los seres queridos, tanto para compartir las alegrías, como para ser apoyado ante la adversidad. En mi caso, sendos momentos se sucedieron en apenas un año. El primero, mi Entrega de Reales Despachos, el 12 de Julio de 2010. El segundo, un cobarde ataque insurgente en Afganistán que nos cercenó una pierna a mi conductora y a mi, obligándome a separarme de los magníficos hombres que había tenido el privilegio de mandar y truncando mi carrera militar el 18 de Junio de 2011.

No hace falta decir que en las dos circunstancias mis seres queridos estuvieron a mi lado. Pero existe otra persona mucho más lejana, tanto personal como institucionalmente, que quiso estar presente en ambos momentos, SAR, el Príncipe de Asturias.

Don Felipe de Borbón presidió el acto en el que, tras largos y sacrificados años de formación, por fin iniciaba mi camino como Oficial del Ejército Español. Casi un año después, cuando me encontraba postrado en una cama del Hospital Gómez Ulla, preocupado ante la inminente operación en la que se decidiría si mi amputación se extendería o no hasta la rodilla y profundamente afectado por el reciente fallecimiento de dos de mis compañeros en Afganistán, tuve, junto a los demás heridos, el inmenso honor de recibir la visita de SAR.

Él contribuyó a reforzar una moral que, si bien había afrontado con entereza mis graves lesiones, se había visto dañada por la incertidumbre y la pérdida de dos amigos. El Príncipe me mostró su apoyo, se intereso por mis heridas y, lo más importante, encontró palabras de ánimo para mis seres queridos en un momento tan difícil para ellos.

No obstante su preocupación no finalizó con esta visita, varios meses después, fui convocado al Palacio de la Zarzuela junto a otros heridos en operaciones en el exterior para una audiencia con SAR; en esta ocasión nos dio las gracias en nombre de la Casa Real y de España por nuestro sacrificio, también se interesó por la recuperación de cada uno de nosotros, y además se mostró abiertamente a favor de la noble causa de la permanencia en servicio de los militares con algún tipo de invalidez; circunstancia que yo agradezco especialmente.

Obviamente, ésta es mi experiencia personal, la de un humilde soldado. Un soldado no valora ni juzga a ninguna institución, aunque agradece el apoyo que recibe de cada una de ellas.

En ocasiones un militar debe arriesgar su vida, pero lo hace gustosamente sabiendo que está contribuyendo a la seguridad e integridad de sus conciudadanos, de su Patria y de la propia civilización occidental. Por lo tanto el apoyo de la Corona, como símbolo de la unidad de España y como representación de todos y cada uno de los españoles, constituye el mayor reconocimiento al esfuerzo y sacrificio de los militares, quienes, por nuestra parte, no aspiramos a obtener otra recompensa que la íntima satisfacción del deber cumplido.