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La portavoz socialista se quita la careta

La Razón
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Ayer pudimos ver en el Congreso a la verdadera Soraya Rodríguez. Algo forzada, pero ella. Enérgica y con mucho carácter, se mostró avasalladora. Y no sólo por repetir algunas muletillas en sus intervenciones o por trabarse al hablar, también movía en exceso los brazos hasta tal punto que rompió el círculo personal que solemos utilizar todos al expresarnos. Otro detalle en esta línea es el bolígrafo que tenía entre sus manos para calmarse y que no logró controlar, como puso de manifiesto al apuntar con él mientras hablaba, algo que no es recomendable hacer porque transmite agresividad, valor que en nada ayuda a uno político porque disminuye la confianza del espectador hacia ella. Nada que ver pues con esa imagen contenida y tensionada que mostró hace unos días en la entrevista de «Los Desayunos de TVE», en la que hablaba despacio y medía los tiempos. Ayer, le pudo su carácter. Hasta hizo uso de una media sonrisa como recurso de ironía. Se nota el cambio de actitud de unas semanas hasta hoy incluso en el vestuario: un traje sobrio de chaqueta más duro, frío y distante. Una mujer conoce qué tiene que ponerse en cada ocasión. Y Soraya ayer, sabía qué imagen quería mostrar.