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Yo Leonor

La Razón
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Me ha dicho mi madre que a los Reyes hay que pedirles pocas cosas y por eso precisamente estoy escribiendo una carta larguísima y me estoy pasando quince pueblos. Para empezar y abriendo la lista, «Felipe y Letizia, la serie», pero en versión Tim Burton. Jejeje. Ains. Seguidamente, el armario entero de la Nancy Carbonero y de todas las presentadoras de deportes con novio famoso, que por lo visto se ponen las botas y empiezan a ser legión. Luego, un carro de supermercado que le sirva a mi hermana de camarera para el desayuno. Para el «sollo» de hermana que tengo he pedido un montón de cosas, ojo, que yo soy muy desprendida. El carro, un plato de torreznos, tres hogazas, panceta a cascoporro y un bono en Pronokal, porque se está poniendo que el Milán la va a cambiar por Cassano. Muy mona y todo lo que Vds quieran, pero tendrían que ver lo que me costó hacerme sitio para salir en la felicitación de Navidad, que es que ocupa la tía que ni un descargador de muelles. Yo, sin embargo, que soy una sílfide, salgo espectacular.
Empieza a preocuparme el mechón Grecian 2000, que yo creo que me lo tinta mi madre por las noches cuando estoy sopa, pero vamos, por lo demás, es que no puedo estar más tremenda. Con un poco de suerte llega pronto Pérez, se me caen los piños y dejo de tener esos colmillos crepusculeros tan alfileres, pero no me quiero obsesionar porque estoy «pa comerme».
He pedido también para el abuelo un contorno de ojos de los caros, que la otra noche le noté un poco neumático. No estuvo mal el abuelo, la verdad, aunque cada vez habla menos. Que es lo que yo le dije: a ver si para cuando me toque a mí voy a tener que mandar un telegrama, leñe. Y me ha «dao» mi madre un pellizco, porque aquí es que no se puede ser espontánea, la verdad. Que es lo que yo le digo a mi hermana. O sea, que tú puedes ser un tocino con patas y yo no puedo ser desenvuelta. Pero ella no entiende nada, la pobre, porque, de momento, sólo sabemos que traga. En fin, que han venido mis primos, esos que son todos iguales, y luego esos dos que son altos y tristes, y aquí estamos, pasando las fiestas tan ricamente. «¿Vamos a esquiar, pelotita?», me preguntó mi padre con cara de «enamorao». Odio que me lo llame, pero es Príncipe. Qué quieren. Pues un cursi, hijos míos.