Aborto
Acompañar la vida hasta la muerte
«El país se ha movido desde la eutanasia para los enfermos en situación terminal a la eutanasia para los enfermos crónicos; desde la eutanasia para enfermedades físicas a la eutanasia para las enfermedades psicológicas, y desde la eutanasia voluntaria a la eutanasia no voluntaria y a la involuntaria». Así resume Herbert Hendin, presidente de la sociedad americana de psiquiatría del suicidio, en su informe Seducidos por la Muerte (Planeta, 2009), la «pendiente resbaladiza» por la que Holanda se ha deslizado en veinte años desde su tímido inicio con una eutanasia sólo para enfermos en fase terminal hasta una situación descontrolada: «Los doctores que ayudaron a traer a Holanda la política de la eutanasia son conscientes de que la eutanasia está básicamente fuera de control».
Según Hendin, por esta misma pendiente se ha de deslizar inexorablemente, mediante sucesivas ampliaciones legislativas, cualquier otro país que comience autorizando la eutanasia «sólo para enfermos en situación terminal». Éste es el actual punto de llegada holandés, que no deberíamos imitar: «En Holanda, la eutanasia no voluntaria es más común que la voluntaria». Esto es muy grave. Hendin había viajado a Europa para estudiar el modelo de eutanasia holandés, a fin de implantarlo en su propio país, pero pronto observó la peligrosa deriva de este modelo. De hecho, la mayoría de países europeos –todos, salvo Benelux y Suiza– han echado marcha atrás en los primeros intentos de imitación del recorrido holandés, para evitar caer por esa misma «pendiente resbaladiza».
Sin que nos demos cuenta, en España podemos encontrarnos muy pronto en el principio de esta «pendiente resbaladiza» de la eutanasia, cuyo suave inicio es el proyecto de ley que el Consejo de Ministros del 13 de mayo decidió presentar a las Cortes. Una vez hecha la ley, vendrá el uso de ella, lógico, pero enseguida llegará el abuso, tal como ocurrió con el aborto; y en lugar de penalizar el abuso, se acabará legalizando. En este caso, las víctimas no serán los no nacidos, sino los ancianos de las próximas décadas.
Es cierto que el texto del proyecto de ley habla de la limitación por la buena práctica médica (lex artis) de la actuación terapéutica del médico sobre el paciente cuando se trata de prohibir que su celo curativo vaya más allá de lo razonable, o de lo deseado por el propio enfermo, lo cual está muy bien, aunque esto ya lo tenemos desde hace tiempo. El problema reside en el hecho de que, al establecer la obligación del médico de procurar al paciente el tipo de sedación que éste haya pedido, sea cual sea su situación clínica y la respuesta a otros tratamientos, no se hace ya mención de limitación por la lex artis médica, ni tampoco se hace mención de la clásica distinción entre «sedación indicada» y «sedación no indicada». La sedación no indicada es aquella realizada en una situación clínica que no la requiere, con el fin de producir el fallecimiento del paciente. Pues bien, esta sedación será obligatoria para el médico si el enfermo la pide (o si el médico logra que el enfermo la pida), por muy mala práctica médica que sea. Esto no acaba aquí. El derecho del paciente a morir suele llevar al derecho del médico a matar. Este proyecto de ley dará cobertura legal a quienes se refugien en la excusa de que fue el enfermo quien lo pidió: el enfermo, ese ser a menudo tan desvalido, tan dependiente, y tan fácilmente manejable.
Pieter Admiraal, uno de los principales impulsores de la eutanasia en Holanda, prevé que en aproximadamente veinticinco años, Europa puede recurrir a la eutanasia para abordar los problemas de demografía y envejecimiento, aunque se alegra de no estar entonces para verlo. Otros preferimos una Europa que no acabe con sus ancianos y con sus enfermos, sino que les mire como una oportunidad para rehumanizar la sociedad, cuidando de ellos. Lo que de verdad hace falta en España, como se ha hecho recientemente en otros países europeos, es un gran proyecto de ley de cuidados paliativos, fruto de un estudio serio sobre cómo están desarrollados estos cuidados en nuestro país, cuáles son nuestras necesidades actuales y cuáles nuestras previsiones de futuro. Lo que necesitan nuestros enfermos y nuestros ancianos es que les hagamos sentir que su vida es digna. Necesitan que respetemos su vida y que la llenemos de humanidad hasta el último suspiro. Necesitan que acompañemos su vida hasta su muerte.
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