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Un poco de Messi es más
El patrocinador de lujo; por María José Navarro
Messi, el futbolista que bate todos los récords y los pulveriza, parece empeñado en lo más complicado, llevarle la contraria a su entrenador.
Voy a decirles una cosa: tengo un vecino de página que se merece un monumento, una estatua, un cucurucho con un helado que lleve su nombre, una calle, un barrio, y que lo saquen a hombros el martes santo en el recorrido de la Candelaria. Hoy, más que nunca, me descubro ante Lucas Haurie, capaz de sacar fallos y taras al que, en el colmo de los colmos, marca hasta sin quererlo. Porque lo que hizo Messi el sábado es aumentar su lista de goles sin pretenderlo y con la única intención de dar una «asistencia». Leo mandó un centro en un lanzamiento de falta lateral y el balón, quizá consciente de las botas de las que había recibido el impulso endiablado, fue hasta dentro ajustado al poste. Y eso dice el acta del colegiado del partido, por mucho que Alexis se abrazara a sus compañeros con cara de saber marcar hasta con el flequillo.
Messi, el futbolista que bate todos los récords y los pulveriza, parece empeñado en lo más complicado, que no es otra cosa que llevarle la contraria a su entrenador. Por más que Guardiola se empeñe en que esta Liga ya tiene dueño, hay un jugador que trata de torcer la estadística y la ley de probabilidades en cada encuentro y que lo hace proporcionando algunas de las más hermosas jugadas que el fútbol mundial haya visto hasta el momento. A Messi le da igual enfrentarse al primero o al último, a un rival directo, al favorito, al histórico, al fácil o al difícil. Su ambición y su calidad no varían. Poca cosa más se le puede pedir al verdadero mecenas de este deporte. Quizá sólo darle las gracias.
Lo que le falta; por Lucas Haurie
Así de dura es la vida. Ningún atleta es eterno sin el oro olímpico y ningún futbolista será el mejor de la historia sin conseguir el título planetario.
Negar la sublimidad de Leo Messi sería un ejercicio vano, meros saltos mortales retóricos con los que intentar difuminar una verdad incuestionable. Hoy, no existe en el universo ningún futbolista, Cristiano Ronaldo incluido, exento de tener que arrodillarse ante su clase, velocidad, técnica, competitividad, eficacia y sentido colectivo. Sucede que la estrella del Barcelona, superadas las referencias actuales, no ha cumplido todavía los 25 años y ya tiene como unidad de medida a Pelé, a Maradona… y a nadie más. Total, que le falta un Mundial. Toda jerarquización tiene su punto de injusticia porque no son comparables las épocas, ni los compañeros que le han tocado en suerte, ni los rivales con los que debe lidiar, pero así de dura es la vida. Ningún atleta es eterno sin el oro olímpico y ningún futbolista será considerado el mejor de la historia sin el título planetario.
Muchos grandes jugadores no pudieron brillar con sus selecciones, pero el peso histórico de Argentina obliga a Messi. Vamos, que no es la Liberia de Weah. En 2006, era un crío sin un rol principal en la albiceleste y en Suráfrica padeció la ocurrencia de Grondona, que le colocó a un enemigo en el banquillo. No es excusa, porque los mitos se construyen en circunstancias adversas, como el adolescente Pelé en 1958 o como Maradona en México, cargando sobre sus hombros a un equipo mediocre. En 2014, estará en la cima de su forma y hasta puede pensar en 2018 para subir al pedestal de las leyendas. Mientras no levante la copa con la bola dorada, no pasará de ser una versión mejorada de Raúl.
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