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Benedicto XVI: «La Iglesia está siempre de parte de la libertad de conciencia»
El Papa inicia su viaje a México y Cuba apuntando que el marxismo «no responde a la realidad»
A BORDO DEL VUELO PAPAL -En el encuentro con los periodistas que le acompañaron en el avión que le llevó a Guanajuato, el primer destino de su viaje a México y Cuba, Benedicto XVI recordó la histórica visita de Juan Pablo II a La Habana, y subrayó el papel de la Iglesia en el proceso de apertura de la isla caribeña. En este «largo» camino, que exige «paciencia y decisión», «podemos ayudar con un espíritu de diálogo para evitar traumas».
Al analizar el sistema político cubano, el Papa dijo que la ideología marxista, tal como se concibió, no daba respuesta a la realidad. «Así no se puede construir una sociedad, hay que encontrar nuevos modelos con paciencia y un diálogo constructivo», señaló. También habló del problema del narcotráfico, la gran lacra de México, que ha costado la vida a alrededor de 50.000 personas en los últimos 5 años. La Iglesia, dijo, tiene una «gran responsabilidad», frente a este problema. «Debemos hacer lo posible contra este mal destructivo de la humanidad y dañino para nuestra juventud», afirmó. Para ello, hay que «educar las conciencias, educar en la responsabilidad moral y desenmascarar la idolatría del dinero que esclaviza a los hombres». Benedicto XVI dijo además que viajaba a México «para reconfortar en el esfuerzo por el bien y en la lucha contra el mal».
Estas son las preguntas que se formularon en el avión y las respuestas que dio el Pontífice durante el viaje a América.
–México y Cuba son tierras en las cuales los viajes de Juan Pablo II hicieron historia. ¿Con qué ánimo y esperanza sigue las huellas de su predecesor?
–En este viaje me siento totalmente en continuidad con Juan Pablo II. Me acuerdo muy bien de su primer viaje a México, que fue realmente histórico, en una situación política confusa. Abrió las puertas y comenzó una nueva fase en la relación entre la Iglesia y el Estado. También me acuerdo bien de su viaje histórico a Cuba. Voy a México para ayudar y para aprender, para confirmar en la esperanza, en la fe y en la caridad, para reconfortar en el esfuerzo por el bien y la lucha contra el mal.
–México es un gran país, pero también es tierra de violencia por el problema del narcotráfico, causa de 50.000 muertos en los últimos 5 años. ¿Cómo afronta la Iglesia esta situación? ¿Tendrá palabras para los responsables y los traficantes, que en ocasiones se declaran católicos e, incluso, dicen ser benefactores de la Iglesia católica?
–México, además de todas sus grandes bellezas, tiene el grave problema del narcotráfico y de la violencia. Ciertamente, es una gran responsabilidad para la Iglesia católica en un país donde más del 80% se declara católico. Hemos de hacer todo lo posible contra este mal destructivo para la humanidad y para nuestra juventud. El primer acto, diría, es anunciar a Dios. Dios es el juez y nos ama, pero nos ama para llevarnos al bien y la verdad y a la verdad completa. Por eso tenemos la gran responsabilidad de educar las conciencias, de educar en la responsabilidad y desenmascarar el mal, desenmascarar la idolatría del dinero que esclaviza a los hombres. Si falta Dios, si Dios no está, el hombre crea falsos paraísos que son sólo mentira.
–¿Cree que se puede hablar de la teología de la liberación de una forma positiva después de que los excesos cometidos por el marxismo y la violencia se hayan corregido?
–La Iglesia debe siempre preguntarse si hace lo suficiente por la justicia social. Ésta es una cuestión de conciencia que debemos siempre hacernos. ¿Qué debe hacer la Iglesia? ¿Qué es lo que no puede y no debe hacer? La Iglesia no es un poder político, pero es una realidad moral. Busca educar las conciencias y crear así la responsabilidad necesaria. Hay que educar las conciencias individuales y públicas. Tal vez, en América Latina, pero también en otros lugares, hay en muchos católicos, una cierta esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública: individualmente, son creyentes católicos, pero en la vida pública siguen otros caminos que no responden a los valores del Evangelio, necesarios para el establecimiento de una sociedad justa. Por supuesto, a la luz de la fe podemos ver mejor muchas cosas que también la razón puede ver.
–Todos recordamos las famosas palabras de Juan Pablo II: «Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba». ¿Sigue siendo actual este mensaje?
–Me siento en absoluta continuidad con las palabras de Juan Pablo II, que son todavía actuales. Con esta visita se ha abierto un camino de cooperación y diálogo. Es un camino largo y requiere paciencia, pero va hacia adelante. Es evidente que la ideología marxista, tal como fue concebida, no responde a la realidad. Así no se puede construir una sociedad. Hay que encontrar nuevos modelos. Este proceso requiere paciencia, pero también decisión. Queremos ayudar en un espíritu de diálogo, para ayudar a construir una sociedad más justa. Queremos colaborar en este sentido. Es obvio que la Iglesia está siempre de la parte de la libertad: la libertad de conciencia, la libertad de religión.
–Después de la Conferencia de Aparecida, en Brasil, ahora llega el Año de la Fe. ¿Cree que será un impulso para la Nueva Evangelización?
–Yo creo que la Nueva Evangelización ya empezó con el Concilio Vaticano II y con el llamado de Juan XXIII a que el Evangelio se exprese de modo nuevo. La Nueva Evangelización responde a una situación común en muchos países, a la secularización, la ausencia de Dios.
Un largo viaje a México
Catorce horas duró el vuelo que llevó ayer al Papa desde el aeropuerto de Fiumicino hasta el de Guanajuato, la primera etapa de su visita a México y Cuba. Benedicto XVI iba acompañado por los miembros del séquito papal y por 76 periodistas, entre ellos el enviado especial de LA RAZÓN. El Boeing 6777 de Alitalia que transportó al Papa recorrió 10.818 kilómetros y sobrevoló ocho países:Italia, Francia, Reino Unido, Irlanda, Groenlandia, Canadá, Estados Unidos y, finalmente, México. Durante el vuelo se sirvieron un desayuno y un almuerzo.
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