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Juegos arriesgados por Marina CASTAÑO

MARINACASTAnO
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Alguien me dijo una vez que después de una fuerte discusión con su pareja todo se arreglaba con un buen revolcón en la cama. En efecto es un sistema que a muchos les funciona para limar diferencias y asperezas, pero no es la solución ideal: los problemas hay que hablarlos y dejarlos aclarados y no tapados con caricias y placer, porque son granos infectados que si no se eliminan desde dentro, siempre salen de nuevo a la superficie, incluso con más virulencia. Si bien es cierto el sexo es una forma de expresión que revela el atractivo del uno hacia el otro, que revela afectos, y que es una buena forma de reconciliarse. El sexo que reconcilia es apasionado y hasta violento y agresivo, y encierra toda la excitación que produce el pasar de los gritos a las caricias. Incluso hasta me atrevería a decir que muchos estarían provocando la pelea para disfrutar luego de ese momento en que los sentidos pudieran estar trastornados por la mezcla de sentimientos o de sensaciones.
Existen parejas que riñen por norma para vivir luego reencuentros indescriptibles. Un refrán popular dice «cuanto más reñidos, más queridos», pero esta es una linde peligrosa de traspasar.
El sexo que se produce después de una conversación que resuelve y zanja problemas es tierno, destila romanticismo y revela deseos nobles, como el de cuidar el uno del otro y procurarle placer, porque la tensión ha sido ya liberada y la ira ha desaparecido.
Es cierto que cada cual se aplica la fórmula me mejor le funciona y que cada pareja es un mundo aparte en el que nadie puede opinar ni inmiscuirse, pero el peligro de resquebrajamiento está muchas veces a la vuelta de la esquina y meterse en juegos arriesgados no siempre es recomendable.