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Argentina tierra hostil para empresas españolas
MADRID- Listeza criolla. A José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE, la expresión le viene casi de inmediato a la cabeza para definir lo que es hacer negocios en Argentina. Su significado, explica, vendría a ser que los argentinos siempre van a buscar el modo de retorcer un acuerdo previamente alcanzado en beneficio propio. «En Argentina siempre hay que esperar que te den la vuelta a las cosas», afirma Pin Arboledas. Por eso, no es de extrañar que ahora, cuando la situación económica se está complicando, Repsol se haya convertido en blanco del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Aunque se cuida de hacerlo con cierta sutileza en público, el Ejecutivo argentino no sólo presiona a la petrolera para que invierta más en el país –pese a que batió su récord en 2011 y lo volverá a hacer en 2012– en un intento de corregir el déficit energético al que se enfrenta, sino que emplea también esta misma campaña para exacerbar el sentimiento nacionalista en contra de la antigua metrópoli en un intento de tapar los problemas del país. «Las exaltaciones nacionalistas han permitido siempre a los diferentes ejecutivos argentinos granjearse las simpatías de la clase media, que suele ignorar los verdaderos problemas que ocultan», afirma Pin Arboledas.
Dificultades
Que las cosas sean así de inestables en Argentina tiene que ver, a decir de los expertos, con la idiosincrasia de su clase política, tan intervencionista como populista cuando las circunstancias lo requieren. «Cada área de negocio tiene sus propias dificultades, pero todas tienen en común las injerencias del poder público», explica Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano. «El actual Gobierno sintoniza con una postura intervencionista desde la perspectiva del Estado» en los negocios, abunda. Y esta injerencia acaba degenerando en una inseguridad jurídica muy perjudicial para hacer negocios de la que las empresas son conscientes.
En el último informe sobre el panorama de inversión en Latinoamérica del IE Business School, las compañías españolas presentes en Argentina apuntaban a este aspecto como uno de los principales riesgos para sus inversiones. Para las sociedades que prestan servicios regulados, la estabilidad jurídica es crucial. Y en el país de Kirchner no la tienen.
Las inversiones se van
A medio y largo plazo, es difícil fiarse de un país así, explica Pin Arboledas. Por eso, muchas compañías están decidiendo derivar buena parte de sus inversiones a otros países de la zona como Brasil, Chile, Perú o Colombia, que les ofrecen muchas más garantías tanto jurídicas como políticas. Y no porque al país que gobierna Kirchner no le hagan falta los fondos. «Argentina sigue necesitando inversión extranjera. Otra cosa es que su comportamiento político y económico sea el adecuado para conseguirlas», afirma Malamud. Basta un ejemplo de sus necesidades de capital. El yacimiento de Vaca Muerta, que alberga la tercera mayor reserva mundial de hidrocarburos no convencionales, necesita una inversión anual para su desarrollo de 25.000 millones de dólares.
Repsol no es la única compañía española que está sufriendo en sus carnes la particular idiosincrasia política y económica kirchnerista. Otras grandes empresas también llevan tiempo atravesando dificultades, pero ni Malamud ni Pin Arboledas creen que la campaña contra la petrolera sea el prolegómeno de una ofensiva más amplia contra los intereses económicos españoles en Argentina. No obstante, el Gobierno de Rajoy se ha puesto en guardia y sigue muy de cerca los acontecimientos ante la posibilidad de que la situación empeore.
La fuga de capitales, el acaparamiento de dólares por parte de la población, los vencimientos de deuda y el incremento de los importaciones por el aumento del consumo de petróleo son riesgos que el Ejecutivo no desdeña tras lo sucedido con Repsol. No en vano, ya ha tenido que interceder en favor de la petrolera. No sólo el ministro de Industria, José Manuel Soria, se ha trasladado a Buenos Aires para interceder ante Kirchner. También Su Majestad el Rey ha telefoneado a la presidenta argentina, que se negó a recibir a un enviado del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo.
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