Barajas

Liberad a Otegi

La Razón
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Piden diez años de cárcel para Otegi por ser parte de Beteragune, eso que el fiscal y el juez Garzón denominaron «la comisión de coordinación de la izquierda abertzale encargada de refundar la ilegalizada Batasuna a las órdenes de Eta». Otegi asegura que, en realidad, lo de Beteragune era una organización desvinculada de la «lucha armada» que apostaba por crear «un polo soberanista a la izquierda del PNV», un proyecto que actualmente se ha materializado en lo de Bildu, coalición de EA e independientes que «apuestan por las vías exclusivamente pacíficas y democráticas». Vistos los últimos sucesos de acoso e intimidación por parte de las huestes de Bildu, que han llegado incluso a impedir una detención a la gendarmería francesa, no sabemos si eso quiere decir que ahora «apuestan» por métodos que ya no matan, aunque acojonan como siempre. Dice Otegi que Eta cree que «la lucha armada» (el terrorismo) es compatible con «el proceso democrático», pero que ellos, los de Beteragune o Bildu o como sea, piensan que no. Otegi cuenta la «transformación de la izquierda abertzale», que ahora rechaza la violencia, dice, después de que una bomba de Eta asesinara a dos inmigrantes ecuatorianos en la T4 de Barajas. Matar inmigrantes queda fatal, desde luego, no hay nada más políticamente incorrecto en cuestión de matanzas. Es curioso que Otegi haya mencionado a esas dos víctimas de Eta, asesinadas en 2006, de origen extranjero, pero –que yo sepa– no se haya acordado de los muertos que sucedieron a aquellos dos pobres jóvenes ecuatorianos en la lista de la infamia etarra: un anciano, y dos igualmente jóvenes guardias civiles asesinados en Capbreton, en 2007; un ex concejal socialista, un guardia civil, un brigada de artillería y un empresario vasco en 2008; un inspector jefe de policía y dos guardias civiles en 2009, y un gendarme francés en 2010. Por cierto: los que dicen que hace mucho que Eta ya no mata, tienen flaca memoria, o bien consideran que un año sin matar es tanto tiempo que deberíamos estar agradecidos (rendidos) a la «generosidad» de la banda de asesinos. Aunque en algo lleva razón Otegi: sería injusto condenarlo a él a diez años de prisión por tratar de conseguir –con menos suerte– lo mismo que ha logrado la Justicia a través de su más alto tribunal: convertir a Bildu en una opción política legal, real y poderosa.