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Un gestor con sentido de Estado por Manuel Lamela Fernández

La Razón
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Una de las mejores oportunidades que me ha brindado parte de mi carrera profesional en la Administración y de participar en la política activa es haber tenido ocasión de colaborar directamente con uno de los principales protagonistas de la Democracia española y con una de las cabezas mejor ordenadas que he conocido, capaz de aglutinar en torno a su persona y gracias a su inmensa capacidad de trabajo y a su talante generoso y abierto, a magníficos equipos de profesionales y gestores.

Rodrigo Rato es una persona que, más allá de su vasta preparación política y de su indudable capacitación jurídica y económica, ha demostrado en todo momento su integridad y su coherencia en la adopción de las decisiones que ha tomado. Para los que hemos compartido trabajo y responsabilidades con él, es motivo de especial orgullo haber contado con su confianza y colaborado en el intenso trabajo que el entonces vicepresidente primero y ministro de Economía asumió con auténtico rigor y entrega personal.Todos conocemos la innegable contribución de Rato en el buen hacer y el ejercicio responsable de una política sin tapujos, primeramente en el seno de AP y, más tarde, en el PP. Todavía es recordado como uno de los mejores portavoces parlamentarios de nuestro país y ha vivido durante muchos años por y para España, buscando las mejores fórmulas y el consenso para que nuestro país evolucionara y creciera democráticamente, y que se situara en el lugar que se merece en Europa y el mundo.
Mientras estuvo en el Gobierno, en la etapa de José María Aznar, es innegable su leal contribución al crecimiento económico y su arrojo para que España se posicionara al frente de las grandes decisiones en la economía y las finanzas europeas y mundiales. Durante los años que desempeñó responsabilidades, hizo gala de una inagotable energía y capacidad de trabajo, afrontando retos que permitieron situar a España en un lugar preeminente.

Igualmente, demostró que posee una cualidad no habitual entre los que se dedican a la política: es un hombre de Estado, con una visión global de la realidad política y social nacional, que antepone el interés de España y de los españoles a cualquier otro argumento. El colofón a sus responsabilidades públicas fue su designación como director gerente del FMI, lo que vino a corroborar y reconocer su capacidad como gestor y organizador, y su preparación profesional. Ante semejante trayectoria, que todos deberíamos reconocer por encima de militancias o ideologías, no cabe duda de que uno de los mejores candidatos a ostentar la responsabilidad directa en la gestión de una entidad financiera no podía ser otro que Rodrigo Rato, al frente de Caja Madrid, consolidando el papel de esta magnífica entidad y abordando un proceso de reformas que le llevarían a liderar el sector financiero.

Lo que Rato no podía imaginar era el devenir de acontecimientos, circunstancias externas y vicisitudes ajenas a su voluntad que desde el entonces Gobierno, la autoridad monetaria, las instituciones comunitarias y los mercados iba en unos casos a condicionar sus decisiones, en otros a cambiarle el paso, y en otros a llevarle a una estrategia de fusiones y operaciones de enorme complejidad en época de bonanza económica y, por lo tanto, de extrema dificultad añadida en una época como la que ya comenzábamos a padecer de manera tangible cuando llegó a la presidencia de Caja Madrid.

Su perfil gestor y de hombre de Estado le llevó a dar respuesta cumplidamente a las recomendaciones y directrices que marcaron las autoridades, trabajando no sólo para hacerlas posibles, sino para hacerlas viables y convertirlas en una oportunidad para la nueva entidad que nacía tras las vicisitudes de un duro proceso de fusión de cajas previo. La situación de partida de Bankia era compleja, máxime si tenemos en cuenta las circunstancias del tejido bancario, como así ha demostrado la realidad posterior, con el proceso de rescate financiero del que somos testigos, derivado de la delicada situación que atraviesa nuestro sistema.

Es indudable que éste goza de una masa crítica suficiente para volver a ser uno de los motores de la prosperidad y del crecimiento. Gracias a la línea de crédito europea se facilitará la recapitalización de los bancos que lo necesitan, pero esto no se consigue de la noche a la mañana y lo cierto es que mientras tanto los accionistas de todas las entidades están sufriendo, en mayor o menor media, la realidad de la compleja situación actual. Si algo no se le puede achacar a Rato es ser uno de los promotores o responsables de la delicada situación de nuestro sistema financiero o de una política sin rumbo que ha marcado nuestro devenir en años anteriores y nos ha colocado en una dificilísima posición.

Responsables directos o indirectos de la maltrecha situación actual puede haber muchos, y de eso debería saber bastante la Administración anterior, pero lo que está claro es que Rato ha asumido de forma íntegra y profesional su responsabilidad, habiendo contado con el correspondiente apoyo y beneplácito sobre las grandes y difíciles decisiones adoptadas tanto en el seno de los órganos internos de las entidades que presidía como de las autoridades y los responsables externos con competencia para supervisar y aprobar cada una de las citadas decisiones.

La realidad es incuestionable y los hechos lo corroborarán. Las explicaciones de Rato y del resto de los responsables del sistema financiero español clarificarán, sin duda, hechos y circunstancias por encima del eco mediático y ruido interesado, generado por quienes piensan haber encontrado el chivo expiatorio ideal.

Rato ha argumentado sólidamente sus actuaciones y revalidará su sentido de Estado con su conducta, algo que confirmará mi apreciación de que hablamos de alguien que, como persona y como profesional, es intachable.