España

El hato de los lobos

La Razón
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Fernando Villalón, siempre proclive a lanzarle un garrochazo a los poderosos, llamaba el «hato de los lobos» a algunos capitostes literarios de la revista Mediodía que lo miraban por encima del hombro. Ahora mucha gente ve a la gran patronal, a la «créme de la créme» del Ibex 35 con la que se ha reunido en Moncloa el presidente del Gobierno, como ese hato de lobos: empresarios con corbata y fauces chorreando baba que se comen a los trabajadores crudos. Es un error, una reminiscencia del tardo marxismo y una inconsciencia. Si al presidente de El Corte Inglés, al de Abengoa o al de Iberdrola le salen las cuentas, seguirá contratando y con el chiringuito abierto. Si no, seguirá despidiendo, cerrará el chiringuito y varios miles de empleados se irán a la cola del Inem. Son ellos los que se juegan su dinero, tienen cogida por el mango la sartén del mercado y, a menos que se dinamite el sistema capitalista –algo poco aconsejable– mejor que a los presidentes de El Corte Inglés, de Abengoa y de Iberdrola le sigan saliendo las cuentas.
Ahora bien, al sector empresarial no se le puede dar barra libre por mucha lluvia de lágrimas que lleven a Moncloa. Porque si es así, la jubilación no alcanzará los 67 años, sino los 77, y no será de un mes mal contado la indemnización por despido, sino de una semana de puente de la Inmaculada. Reclaman sus intereses y es lógico que lo hagan. Pero ahí es donde un presidente del Gobierno –no digo Zapatero, sino un presidente del Gobierno– tiene que hundir las zapatillas, marcar líneas rojas, verdes y azules y encontrar el acuerdo que permita a España parir su futuro.
El sector currista –el que currela por cuenta ajena–, no es el único que puede llevar el peso de los ajustes económicos. No sería ni justo ni rentable a largo plazo. Los propios empresarios tienen que tender al aire fresco su extensa economía sumergida y las administraciones públicas tienen que dejar de concebir el endeudamiento como una barra de hielo donde se apuntan fastos regios, caprichos y caras excentricidades. El problema no está en subir dos años la edad de jubilación o en flexibilizar el mercado laboral. El problema es sistémico, integral. «La culpa es colectiva/ y está en el corazón de cada cual como la veta en la madera» dice el náufrago metódico Luis Rosales. Que el hachazo no vaya para un único árbol. El de siempre.