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Dos razas por Paloma PEDRERO

Paloma Pedrero
Paloma Pedrerolarazon

«Ya nada despertaba su curiosidad ni respondía a sus necesidades, ni la pintura ni su familia ni sus vecinos, nada excepto las mujeres jóvenes que por la mañana hacían footing y pasaban por su lado en el paseo entarimado…» Quien así siente es un hombre de setenta años, con seis cirugías cardiacas, un batallón de pastillas diarias, y una impotencia sexual grandiosa. Es un personaje de ficción, el protagonista de «Elegía», novela del norteamericano Philip Roth, brutal y conmovedora novela. Sin embargo, podrían ser muchos hombres reales, normales y corrientes, con quienes nos cruzamos por la calle, compartimos cama o vemos mirando a las chicas sin rubor. El protagonista de la novela intenta ligarse a una de esas muchachas que hacen footing en el paseo entarimado. Le para, le conversa, le da su teléfono y confía en que ella le llamará. No siente miedo de un posible encuentro. No piensa que él está lleno de heridas, de limitaciones físicas, que, incluso, podría morir en el intento. No piensa en qué sentirá ella cuando acaricie su piel gastada, su pene fláccido, su vejez. Él sólo espera que suene su móvil, y se siente frustrado porque la chica no llamó. Roth hace literatura masculina, aunque nadie lo llame así (eso sólo ocurre cuando se trata de una mujer que escribe como una mujer. Entonces sí lo llaman literatura femenina, para rebajar el valor). Roth entra y cuenta la intimidad del hombre con enorme valentía, en su sexualidad sin máscara. Y es de agradecer. Yo leyéndolo siento de nuevo ese abismo que nos diferencia a hombres y mujeres. Para una anciana desolada un hombre joven no sería lo que despertara su ser. Las féminas en general podemos estar solas, y si necesitamos amor galante lo buscamos en hombres de nuestra edad. Las mujeres mayores nos sentimos satisfechas con hacer el amor sin sexo. Con ternura, caricias, risas, lecturas, miradas… Con o sin orgasmo. Medio enamoradas. Las ancianas pueden besar al viejo esposo con la pasión de la cortesía. Y no necesitar más. Somos dos razas. Animales distintos. Ahora desencontrados.