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John Boyne a cuadros

El creador de «El niño con el pijama de rayas» falla en su nuevo libro«En el corazón del bosque»John BoyneSalamandra. 217 págs, 13 euros.

John Boyne a cuadros
John Boyne a cuadroslarazon

Es una tendencia conocida y cada vez más provechosa a efectos comerciales, dentro de la literatura de entretenimiento, el hecho de cómo numerosos escritores bregados en las novelas juveniles se decantan por las de adultos simplemente subiendo un poco el listón literario. Argumentos livianos y sencillos encuentran entre los jóvenes y hasta los más mayores un público agradecido, siempre y cuando se tenga el don de la oportunidad y el talento para lograr una trama que satisfaga a unos y otros.

Lo consiguió de forma mayúscula Carlos Ruiz Zafón con su trilogía millonaria, y algo parecido disfrutó John Boyne con «El niño con el pijama de rayas» (2007). Novelas con protagonista adolescente, con un punto de vista entre ingenuo y curioso, conmovedor y aventurero, son habituales en este tipo de autores; en el caso del irlandés, tal cosa ya se vio en su debut, «El ladrón del tiempo» (2000), de carácter fantástico-histórico, en la destacable «Motín en la Bounty», o en el que era su último libro hasta la fecha, «La apuesta» (2010). Ahora, Boyne ofrece un cuento para niños enteramente, pero, a tenor del resultado, cabría suponer que no es el campo en el que se sienta más cómodo.

Falta de intensidad
La sombra de Lewis Carroll es demasiado alargada al comienzo de «En el corazón del bosque», que arranca con energía a pesar de que presenta el tópico del chaval que, sin venir a cuento, nunca mejor dicho, se larga de casa mientras sus padres duermen para adentrarse en el bosque. Así, a Noah Barleywater, de ocho años, varios personajes extravagantes, como es de prever, le saldrán al paso en los pueblos que atraviesa –un perro «salchicha servicial» y un «burro hambriento»–, hasta que dé con un viejo encargado de una juguetería que le cuenta su historia: su infancia como corredor y rodeado de marionetas (creo que el pretendido guiño a Pinocho se queda a medio camino). Una historia demasiado larga, a mi juicio muy insustancial, con diálogos anodinos y que viola la primera regla del que escribe para niños: no hacerlo con la debida intensidad para mantener su nivel de exigencia.