País Vasco
Rubalcaba: de la pelea a luchar por el liderazgo
No lo tenía fácil, ni difícil, sino sencillamente imposible. Lo ha dado todo, hasta el último aliento. ¿Y para qué? Si no es para voltear las encuestas, que no parece que sea, ¿le habrá servido para ganarse el liderazgo del PSOE? A saber lo que le espera. La noche del domingo será larga e intensa, seguro, porque la batalla interna ya ha empezado.
HUELVA- El objetivo no era ganar, ni siquiera impedir que el PP obtuviera mayoría absoluta, sino amortiguar la esperada derrota y lograr un resultado cercano al hasta ahora peor de la historia del PSOE (los 125 diputados de Almunia) ¿La estrategia? Movilizar progresivamente a una izquierda durmiente e ideologizada que, con el contraste de programas y el agitar de algunos fantasmas, el PSOE creía que podía sacar de la indiferencia en estos quince días.
Y así empezó el periplo: con apelaciones a la antítesis y la diferencia; referencias al pasado y llamadas a la movilización contra la derecha. Pero nada parecía moverse en el electorado hasta que, de pronto, el cuarto día de campaña se celebraba el único debate televisivo, y Rubalcaba tuvo su primera y única alegría. No ganó, claro. Pero lo tenía todo en contra, y salió vivo. Así que el PSOE vivió con entusiasmo los días posteriores al cara a cara. Se vino arriba, sin apenas motivo. Pero las encuestas volvieron a los pocos días a situar a cada uno en el mismo sitio de partida: al PSOE, ante una debacle; al PP, ante una mayoría absoluta arrolladora. Nada había cambiado, por más que los datos del Comité Electoral dijeran que habían reducido la ventaja del PP a un sólo dígito y que estaban a 9 de distancia.
Ni la resurrección de González y Guerra, ni la presentación del candidato como única garantía para preservar la paz en el País Vasco, ni el fantasma de Aznar, ni los avisos contra la fractura de la izquierda o el monopartidismo de la derecha… Y en estas llegó Carme Chacón y armó el lío al postularse a cara descubierta para el nuevo liderazgo. Faltaban tres días para acabar la campaña, y las palabras de la ministra quebraban la estrategia de «sprint» final. En las últimas 72 horas, Rubalcaba tuvo que luchar contra más elementos de los que ya tenía en contra porque mientras se desgañitaba por España pidiendo el voto para un PSOE fuerte capaz de frenar el poder absoluto de la derecha, todos tomaban ya posiciones para el 21-N. Se precipitó la batalla interna, y Zapatero hizo saber su intención de convocar el Congreso Federal al día siguiente de las elecciones para resolver cuanto antes el liderazgo. El Comité Electoral negó y negó hasta que, al final, tuvo que reconocer que se había barajado, en efecto, la inminente convocatoria del congreso.. Hubo lecturas para todos los gustos y colores: que si filtraciones interesadas; que si maniobras contra el candidato para que tirara la toalla y renunciara al liderazgo tras las elecciones; que si unos quieren ganar tiempo; que si otros perderlo... Las costuras del socialismo habían saltado antes de tiempo. Las presiones que recibió el presidente fueron tantas que desde su entorno tuvieron que comunicar a través de Efe que no convocaría finalmente el congreso el próximo lunes. Pero la batalla está más que abierta y todavía no se han abierto las urnas. Mal acaba lo que mal comienza.
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