Banco Popular
Los expertos opinan
Preguntas pendientes
Javier Flores
Responsable de Estudios y Análisis de Asinver
Hasta ahora, el itinerario seguido por De Guindos para el sector bancario no dejaba de ser una continuación de la estrategia del anterior Gobierno, consistente en alargar el ajuste del sector y repartir el daño en el tiempo, algo que no ha sido suficiente para recuperar la confianza del mercado en la banca española, que de esta manera se ha visto embarcada en un proceso de dilución de los actuales accionistas y reducción del dividendo, dando al traste con la recuperación del sector y presionando a la baja el atractivo del mismo.
La nueva solución consistente en la creación de un «banco malo» podría ser positiva para algunos de los bancos en posición más frágil, ya que eliminará incertidumbres, mejorará la visibilidad de los ingresos y aumentará la liquidez. Sin embargo, el impacto final dependerá de los detalles. De momento sabemos que será de carácter voluntario, pero todavía deben responderse preguntas como cuál sería el precio de los activos transferidos, qué pasará si surgen pérdidas adicionales después de la transferencia de los activos, cómo va a vehicularse la creación del organismo, qué activos se incluirían y, lo más relevante, si independientemente del nombre, malo, regular o tóxico, será necesaria financiación pública.
Gestores tóxicos
José Ramón Pin Arboledas
Profesor del IESE
¿Qué hacer con los activos tóxicos de la banca? Reconocer que no son activos y sacarlos del balance. ¿Cómo? Creando un «banco malo» y reuniéndolos todos. A cambio, los bancos deben reducir sus pasivos propios. Primero, con cargo a las provisiones establecidas para ello y luego, si es necesario, con cargo a capital mediante una «operación acordeón». Ésta consiste en reducir el capital y luego volverlo a ampliar; a eso se llama sanear los activos.
Claro está que eso supone pérdida de valor para los accionistas. Unos accionistas, los del núcleo duro, los representados en el consejo de administración, se lo merecen por no gestionar bien. Los otros, los minoritarios dispersos, no gestionaron y, a veces, entraron en ese capital animados por la estructura de los bancos, que estaba incentivada para ello. Estos últimos se pueden sentir engañados por los «gestores tóxicos». Por eso se preguntarán: ¿cómo van a pagar estos gestores el mal que me han hecho? ¿Se va a ir de rositas? No se engañen, la operación de qué hacer con los activos tóxicos está clara. Pero los «gestores tóxicos» saben lo que les costará a ellos. Por eso no la hacen.
El Estado, último recurso
Juan Luis García Alejo
Analista de Inversis
Como saben, ni este Gobierno ni el anterior han dado carpetazo definitivo al problema de nuestro sector bancario. España ha optado por actuar por capítulos. El último, el del genéricamente denominado «banco malo».
Separar los activos buenos de los «tóxicos» (créditos al sector inmobiliario-promotor) tiene los mismos efectos que sacar la manzana podrida del cesto. Sin ser la panacea, tampoco es una acción meramente cosmética. En el lado positivo, permite acotar de forma precisa el problema. La fórmula que se baraja como más probable apunta a la separación nítida dentro del perímetro de consolidación de cada entidad de los activos con problemas. Serían sociedades no bancarias dedicadas únicamente a gestionar esos activos. El resto del negocio «bueno» bancario permanecería al margen. Así, se identificaría el problema entidad a entidad, evitando convertir lo inmobiliario en un estigma sectorial.
Otra clave es que los activos se traspasen a un precio que se identifique como «verdadero precio de mercado»; sin ello, la solución no será válida. ¿Se han de poner recursos? Será clave saber si hay que poner más recursos, cuántos y quién los pone. Los bancos y cajas, por supuesto. El Estado sólo debería ser un actor de último recurso para entidades en grave riesgo. A nivel europeo existen recursos que podrían apoyar esta acción. En todo caso, éste es el aspecto más espinoso de la creación de estas sociedades.
¿La suerte está echada?
Miguel A. Bernal Alonso
Profesor de IEB
La situación del sector crediticio nacional es crítica. Desde hace tiempo se ha venido confiando en que la propias entidades y el Banco de España serían capaces de ordenar el desaguisado; exteriormente se confiaba en que el Gobierno sería disuasorio en esta materia. Sin embargo, no ha ocurrido. Hoy en día ya no son los inversores , sino las instituciones (FMI, BCE, …), quienes presionan.
Se barajó la creación de un «banco malo», vehículo (está por ver definición y forma jurídica) donde aparcar los denominados activos tóxicos de los balances de las entidades financieras. Los activos tóxicos son las «alegres» financiaciones que durante un periodo prolongado se dieron sobre cualquier activo inmobiliario. Estos activos figuran en los balances de los bancos y aun cuando se exigen importantes dotaciones, el problema es que no se puede determinar su valor, si bien la realidad indica que valen mucho menos de lo que figura en contabilidad. Están por definir todos los aspectos técnicos para poder valorar la opción; ahora bien, todo apunta a que «la suerte PARECE echada». ¿Qué capacidad tiene el Ejecutivo frente a nuestros «rescatadores»? La posible confección y la evolución futura permitirán medir la eficacia.
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