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Rajoy: una campaña sobre seguro

El candidato no es el mismo que el de 2004, es más sólido en el atril y ha reformado su imagen
El candidato no es el mismo que el de 2004, es más sólido en el atril y ha reformado su imagenlarazon

MADRID- Hay que esperar ya sólo un día para ver si las urnas confirman la amplísima victoria del PP que han pronosticado todos los sondeos. Los populares llegan a la jornada de reflexión convencidos de que la campaña les ha salido «de diez». Sólo admiten un error ya al final, y lo admiten de manera oficiosa, nunca oficial. Sería el de haber ayudado a echar leña al fuego del «eslogan» socialista de los recortes con una de las entrevistas concedidas en esta campaña por el candidato popular.

Pero es la anécdota dentro de la categoría, que es la satisfacción de dar por cumplidos sus objetivos estratégicos. El PP cree que la campaña ha servido para consolidar ante el electorado la idea de que el centro-derecha gestiona mejor la economía que la izquierda y para alimentar la esperanza en el cambio. Rajoy ha levantado su argumentario sobre tres ideas: el cambio, no habrá recortes sociales, y la unidad y el diálogo con todos. Fuera donde fuera, marcara lo que marcara la actualidad política, él no se ha salido de su guión, ni siquiera para contestar al adversario. Sí, es la economía, y casi desde el primer momento de esta Legislatura Rajoy lo vio claro, tan claro como la urgencia de corregir los «errores» en su política territorial que cree que le quitaron la victoria en 2008.

En Génova también están convencidos de que el perfil que su candidato ha mantenido inmutable le ha servido para conjurar el miedo al poder absoluto del PP que ha terminado invocando Alfredo Pérez Rubalcaba. Y que, por tanto, el ligero aumento que éste pueda haber conseguido dentro del voto defraudado con el PSOE no es suficiente como para dar la vuelta a la balanza. La precampaña ha sido muy larga, pero la preocupación en el PP por la campaña se terminó la noche del «cara a cara» televisivo. Rajoy acudió convencido de que no tenía nada que ganar y sí que perder, como no perdió, el derrotado fue Rubalcaba. Y cumplido este trámite no ha arriesgado en nada. Ésta ha sido su campaña más previsible, más uniforme, casi más incluso que aquella de 2004 en la que novato en las tareas mitineras interrumpía su discurso para dar las gracias cada vez que alguno de los militantes más entregados le piropeaba desde la grada.

Del candidato de 2004 al de 2008 no hay comparación posible. Éste Rajoy es más sólido en el atril y hasta ha remozado su imagen para vender modernidad, sin caer en la impostura. Salvo un acto en Canarias, los militantes han respondido llenando las plazas y los polideportivos y mostrando el entusiasmo de quienes sienten que ocho años después su partido vuelve al Gobierno. El PP encuentra elementos para el optimismo incluso en la ligera mejoría en la popularidad de su líder, que dicen que algunos estudios la interpretan como una señal que influye en la decisión del voto. Mañana se verá. En cualquier caso hoy, como hace quince días, el nubarrón más grande que pesa en su «cuartel general» se llama 21-N, y no 20-N, es decir, la gestión de la victoria.

Rajoy irá mañana a votar con confianza en que las urnas le darán la mayoría, y sea como sea de holgada, de producirse, sus primeras palabras serán para invocar ese proyecto común de concordia y diálogo con todos en el que ha envuelto buena parte de su estrategia electoral.