España

Brindar con arsénico

La Razón
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Los ecos de la Historia señalan que, en la Isla de Santa Elena, Napoleón mitigaba los dolores de estómago con dedales de arsénico. Sus biógrafos escriben que el abuso le marcó el camino hacia la tumba. Con la creencia de que las pequeñas y continuadas dosis (de odio, de ingratitud, de desamor, de tósigo) son tolerables, todos nuestros gobernantes han estado enganchados al arsénico nacionalista, alimentando, al cambio, el espíritu y la buchaca de los que se jactan de querer otro cielo y sobre todo, otros vecinos. Para agarrarse al poder, hasta Espartero (cuyo poderío se visualiza a lomos de la estatua de un caballo que tiene sobrepeso en las criadillas), promovió el abrazo de Vergara y se propuso contentar a los que reclamaban fueros vascongados. En esta misma lid, Zapatero abusa y no sólo brinda sino que se perfuma con el arsénico que le ha vendido caro el PNV para aprobar los PGE. Paradójicamente, con el PSOE habrá parados más ricos en Euskadi que en el resto de comunidades, un apartheid de subsidiados, de excluidos de primer nivel, los vascos, y el resto. En las fiestas por la prórroga de su agonía en el Palacio de la Moncloa hasta 2012, el presidente español agradece con la vista nublada el compromiso patriótico del Partido Nacionalista. La vista nublada del que calma sus problemas de dependencia mientras destruye su vida o su hacienda. En su caso, mientras se troquela el mapa de España bajo sus pies.