Valladolid

La Pasión según Soraya

La Razón
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Salvo mejor opinión del cardenal Cañizares, aquí presente, creo que tiene razón el arzobispo de Valladolid al quejarse de que el Ayuntamiento no le consultara la elección del pregonero de la Semana Santa. Aunque el consistorio albergue la mejor de las intenciones al escoger a su ilustre paisana y vicepresidenta del Gobierno para enaltecer la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, nadie le ha dado vela en este Entierro. Objeta monseñor Blázquez que Soraya Sáenz de Santamaría no es la más idónea debido a su difusa identidad cristiana, como podría deducirse de su matrimonio por lo civil. Con el Derecho Canónico en la mano, el prelado vuelve a tener razón. Sin embargo, admitirá monseñor que a veces la legislación canónica tiene poco que ver con el Evangelio, del mismo modo que el Código Penal no siempre corre parejo a la Justicia (que se lo digan a los padres de Marta del Castillo). Además, Su Eminencia estará de acuerdo en que la fama de la Semana Santa vallisoletana no se debe tanto a la santidad de sus pregoneros, cuanto a la calidad artística de sus tallas y a su excepcional riqueza litúrgica, que unidas a la fe profunda del pueblo, la han convertido en un manifestación religiosa y cultural fuera de serie. Sin fe en el Resucitado, la Semana Santa carece de plenitud; pero sólo con la fe no se basta uno para descorrer el velo del Misterio. Hay muchas maneras de aproximarse a Él, y una de las mayores es a través de la experiencia estética. Ilustres agnósticos ha habido en la historia que glosaron el don de la fe con mayor sabiduría y belleza que cientos de teólogos. Ignoro si la vicepresidenta es o no creyente, pero ¿quién le negará una escalera para subir al Madero? ¿Cuántos preceptos canónicos hay que observar para arrodillarse ante «El Cristo de la Luz», prodigio de Gregorio Fernández, sin temor a las murmuraciones?