AVE

Siempre nos quedará él

Más le valdría a Zapatero nombrar a Blanco para coordinar el gabinete, para poner orden 

La Razón
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El Gobierno se desmorona, los ministros son pollos sin cabeza, Zapatero tiene por equipo a un «muerto viviente» –PP dixit–, los barones socialistas desenvainan las espadas, la economía va cuesta abajo, los mercados no confían... pero Blanco sigue en pie y firme. Las dos vicepresidentas y el ministro de Trabajo han negado la subida de impuestos que pronosticó el ministro de Fomento, y acabó confirmando Zapatero. Descontrol que el tercer vicepresidente describe de tan esperpéntica manera: «Todos hemos coincidido, quizás con declaraciones diferentes». Insuperable. Por patético y bochornoso. En medio de la tempestad colegial, el titular de Fomento es un junco que se cimbrea, con flexible cintura. Explicando lo que otros enredan, echando mano de la manguera, comulgando con la rueda de molino de «La Noria» (lo próximo será ir a «Sálvame»). En este momento en el que crece la opinión de que Zapatero no se presentará en 2012, la figura de Blanco emerge entre el marasmo. Suena como candidato del PSOE, lógico, porque no en vano es el gran activo de la Nueva Vía que llevó a ZP a la Moncloa y que, sin embargo, Zapatero no ha logrado defenestrar como a otros. Muy a su pesar, Blanco le hace sombra. Porque el de Fomento se ha convertido en el ideólogo de las pocas ideas, los menos aciertos y los muchos discursos que tiene el Gobierno. Más le valdría a Zapatero nombrarle para coordinar el gabinete, para poner orden, en tanto y en cuanto de aquí a 2012, todos muertos.D. Pepe se ha convertido en el oráculo del socialismo español. En la única voz fiable porque ni cambia el discurso ni deja que otros se lo cambien. Ya en el mes de agosto abogó por subir los impuestos a las rentas más altas. Luego vino Davos, la peste griega, el hundimiento de los mercados y la Bolsa, las tijeras de Merkel, Sarkozy y Obama y, finalmente, la caída del guindo de que urgían las reformas. Exactamente, lo que Blanco llevaba meses comentando en privado: «La situación es dramática; hay que frenar el déficit y hacer reformas, en la Banca y en el mercado laboral, los tres grandes pilares sobre los que tenemos que pivotar nuestra actuación». Pero han pasado meses, tristemente perdidos, porque Zapatero circula con otra cilindrada. «Blanco parece de derechas» comenta jocoso un líder popular. Y ahora llega la subida de impuestos a los «ricos», nueve meses después de que él lo pronosticara.«Con los años he ido aprendiendo que uno tiene que templarse» –confiesa sin rubor–. Una manera de hacer, pragmática, que lo mismo le ha valido para bajar los humos a los controladores aéreos que para darle un tijeretazo histórico a las infraestructuras públicas, si es menester. Determinación que, en su caso, se viste con trabajo, una fórmula que escasea en el Gobierno. Cuando, a la sesión de control del Ejecutivo, falta el presidente, la vicepresidenta política y la vicepresidenta económica –¡con la que está cayendo, madre santa!– hay una presencia predecible: la del ministro de Fomento. Conocido ya en los ambientes políticos como «la lucecita del Pardo».