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Vila-Matas ofrece una metáfora de las tribulaciones del artista
«Aire de Dylan» es uno de sus libros más complejos
MURCIA- Es difícil escribir sobre un libro de Enrique Vila-Matas sin repetirse. En los primeros párrafos uno tiene que tomar impulso y poner la obra en perspectiva, conectándola con los libros anteriores del escritor y buscando el lugar que el texto ocupa en su producción literaria. Como él mismo ha sugerido, frente a los escritores de libros, están los escritores de obra, los autores que libro tras libro van produciendo un corpus literario que debe ser entendido como un todo. Sin duda, él pertenece a esta categoría. Y por eso es tan difícil juzgar sus libros de modo autónomo –aunque, por supuesto, cada uno haya sido concebido como una obra separada que puede ser leída y disfrutada con total independencia–, pues su producción configura una especie de edificio donde los temas, las formas y las preocupaciones se repiten, se reelaboran, se agotan y, con el tiempo, vuelven a la vida. Temas como la pereza, el fracaso, la impostura, la identidad múltiple, los juegos de espejos, el humor o las situaciones extrañas e inverosímiles, que atraviesan su producción y la dotan de una consistencia y solidez a la que muy pocas voces pueden aspirar en la literatura actual. Dicho esto –que hay que entender su obra como un todo–, «Aire de Dylan» me parece uno de sus libros más acertados, pero también más complejos –al menos si uno quiere leer entre líneas lo que el texto significa para el presente de la literatura–. A través de historia de la reverberación hamletiana de la memoria del escritor Juan Lancastre en la vida de su hijo, Vilnius –el joven Dylan–, sazonada con asesinatos, culpas y búsquedas enigmáticas, Vila-Matas inicia una reflexión sobre algunas de las cuestiones centrales del arte y la literatura de la modernidad. Cuestiones que plantea a través de dialécticas irresolubles como autenticidad-multiplicidad, tradición-vanguardia, canon-cambio, éxito-fracaso, escritura-silencio o actividad-pereza. Es decir, las tensiones que se encuentran en la construcción del artista moderno, desde Baudelaire a Bob Dylan. Se trata de un nuevo despegue de su narrativa y un salto radical hacia delante que promueve la exploración de algunos lugares y cuestiones que en sus obras anteriores habían sido esbozados. Por ejemplo, el juego con la identidad, la multiplicidad de lo personal, el ser todos y ninguno, llega aquí a unas cotas insuperables. Más que un juego de espejos y reflejos, nos encontramos en medio de un espacio topológico, donde no hay dentro ni fuera, exterior o interior, donde el teatro es la realidad y la realidad es teatro. Un espacio que nos puede recordar los cuadros de Escher y también al espacio-tiempo de los sueños del que habló Freud. Tiempos que se solapan, retornan y nunca se van del todo. Realidades que se entremezclan y que, al final, nos sugieren que nada es lo que parece y, sobre todo, que nadie es quien dice ser.
«Aire de Dylan»
Enrique Vila-Matas
SEIX BARRAL
328 páginas, 19,50 euros.
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