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La Copa condena por Julián García Candau

La Razón
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La Copa, se dispute a partido único o a ida y vuelta, todos los años produce sorpresas y, de consuno, crisis institucionales. Caer desencadena tales malhumores que lo que se tenía en mente días antes se precipita. Se trata, naturalmente, de las destituciones de entrenadores. La caída de los técnicos es causa del mal causado y no es precisamente el de la eliminatoria perdida. En general, se trata de encontrar la coartada suficiente para decidir lo que se había pospuesto incluso con gradas enfebrecidas.

Estaba cantado que Manzano estaba más emplazado que Fernando IV. Ahora se dice que era muerte anunciada porque la literatura actual tiene más presencia que la historia. Lo cierto es que su despedida estaba anunciada y el pobre vivió en la Copa amargo adiós.

Juan Carlos Garrido tenía la guadaña amenazándole casi desde el comienzo de temporada. Le excusaron las lesiones de varios jugadores que le obligaron a montar equipos circunstanciales. Al margen de las desgracias y de la pérdida de Cazorla y Capdevila –a éste lo había marginado y acabó por salir a Portugal, donde no ha recuperado la gloria–, sus decisiones han sido muy discutidas. A entrenadores como Garrido se les escribe un epitafio similar al que dedicó Jorge Guillén al senador Macarthy: «Muerto, bien muerto, amén». Ahora el problema es acertar con el sustituto. No ha habido tino en los fichajes de esta temporada y se ha pagado. Atlético y Villarreal necesitan terapia de grupo además de refuerzos.

Posdata. Las sentencias continuarán. Javier Aguirre será el próximo... si el Zaragoza puede pagarle.