España

El donativo por Alfonso Ussía

La Razón
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A determinados y comprobados tontos de la izquierda «Visa Oro» les ha sentado como un tiro que Amancio Ortega haya donado a Cáritas veinte millones de euros. Nos referimos a más de 3.200 millones de las viejas pesetas. Cáritas es una asociación admirable que atiende a cientos de miles de parados. Está, sin depender de la Iglesia, en el núcleo ético, moral y caritativo del cristianismo. Sus comedores se abren todos los días a decenas de miles de personas a las que nadie les pregunta lo que creen, lo que piensan ni a quién votan. Y el empresario más importante de España, que del pueblo llano viene, ha creído conveniente hacer con su dinero lo que le sale de las narices, y las narices han apuntado a esta asociación admirable. Pero en el país de la envidia, estos gestos no se perdonan, y han emergido de las soterras leninistas voces airadas.

Curioso ese alarido que no se ha oído cuando los golfos de los sindicalistas, convocantes de una Huelga General, han tenido que reconocer que retardan la aplicación del ERE, en las condiciones que ellos rechazan, contra trabajadores de sus centrales sindicales para después de la Huelga General, que como todas las anteriores, va a constituir un fracaso rotundo, tan sólo disfrazado de éxito mediante el uso de la violencia de los piquetes. Estos manipuladores han hartado a sus propios militantes, y me atrevo a aventurar que, en pocos meses, tanto Toxo como Méndez, como el sindibanquero y demás ralea, van a terminar en la cruel esquina que la ciudadanía reserva para los falsarios, los cínicos y los inmorales.

Los sindicatos son enormes monstruos subvencionados que sólo protestan cuando el Gobierno no es de los suyos, que se tragan millones y millones de euros cada año y apenas sirven para nada. Y Cáritas es una asociación en la que trabajan sin recibir nada a cambio miles de voluntarios y que alimenta, viste y cobija a millones de desamparados. Entiendo que Amancio Ortega haya preferido Cáritas que a los sindicatos para dejarles caer sobre sus cabezas esos millones de euros que sólo se utilizarán en beneficio del bien.

Pero aquí nadie se alegra cuando el bien se siente reconfortado. Han llegado a insinuar que Amancio Ortega ofrece esa cantidad a cambio de despistes impositivos. Lo que más me gusta de Amancio Ortega, al que no conozco, es que tiene los dídimos muy bien puestos. De la nada ha levantado un imperio mundial y se permite el lujo de regalar veinte millones de euros a quienes mejor amparan a los necesitados. Pero en España, eso tan sencillo como es la comprensión y la gratitud, se revuelve en contra de la generosidad de la manera más abyecta, barata y prostituida. El nexo que Cáritas mantiene con la Iglesia es el motivo del dolor hepático. La izquierda española y los sindicatos a la cabeza, han sido los grandes creadores de la tragedia laboral de millones de familias, y no sólo no han pedido perdón a la sociedad, sino que recuperan las actitudes burdas y chulescas de otro siglo para seguir empobreciendo a un país que no está para huelgas generales ni pérdidas de horas en la producción. Toxo y Méndez, los del inmediato ERE a sus trabajadores, no sufren con sus insensateces. Viven con holgada tranquilidad. Es muy fácil decir que esos millones de euros tendrían que llegar a la mina, el campo o la industria. Lo difícil es desprenderse de esos veinte millones de euros para ayudar a Cáritas, sin la cual, los estragos humanos y sociales serían aún más desoladores. Bien por Amancio Ortega. Bien por su generosidad. Bien por acordarse de los débiles, cuando los potentados del sindicalismo convocan una huelga general con las listas de sus futuros despedidos ya elaboradas. Muy golfos.