Pekín
El Gobierno chino reprime y censura pero no consigue parar la noticia
La fotografía de Liu Xiaobo fumándose un cigarrillo o esa otra en la que posa con un muñeco en los brazos, aparecieron ayer en las portadas de casi todos los diarios del mundo. Con una paradójica excepción: era imposible encontrarlas impresas en China, país donde nació y donde se encuentra encarcelado el nuevo premio Nobel de la Paz, a quien el Partido Comunista considera un criminal, acusado de delitos de opinión.
La noticia ha sido silenciada por el Gobierno, apartada de los telediarios, vetada en internet, e incluso en los teléfonos móviles. Cualquier mensaje de texto que contenga su nombre escrito en mandarín no llega a su destino. Para burlar la censura, algunos utilizaban una inicial, un circunloquio, o incluso los caracteres tradicionales chinos, los que se utilizan en Taiwán.
En la era de internet y con las fronteras abiertas, el bloqueo informativo no evita que las noticias traspasen el «telón de bambú», pero sí las aleja de una buena parte de la ciudadanía, especialmente de los más de 500 millones de campesinos y de aquellos que no tienen acceso a internet, o al menos un amigo que hable inglés. Los disidentes, por lo general, son más conocidos fuera de su país que en China, donde sólo les sigue una minoría, generalmente urbana y culta.
El Premio Nobel, sin embargo, le está dando una notoriedad de la que ninguna voz crítica con el Gobierno había gozado hasta ahora en el gigante asiático. Miles de personas se preguntan: «¿Quién es Liu Xiaobo? ¿Por qué lo premian? ¿Por qué motivo está en la cárcel?». En las calles de Pekín, siete de cada ocho personas interrogadas reconocían que habían oído hablar el viernes por primera vez del disidente. «Es irónico», resumía un estudiante universitario, «porque antes nadie sabía quiénera Liu Xiaobo, pero ahora que el Gobierno lo censura todo el mundo quiere enterarse».
En la capital, el premio Nobel de la Paz cuenta con simpatizantes, amigos y grupos de seguidores que ayer celebraron su victoria. Algunos en estricto secreto; otros más abiertamente, asumiendo los riesgos, incluso desafiando en algunos casos a la Policía. Al segundo grupo pertenece el abogado laboralista Zhang Zhiqiang. «Creo que este Nobel es realmente una gran noticia. Sé que mucha gente quería celebrarlo ayer. Algunos alquilaron habitaciones de hoteles, otros montaron una fiesta en sus casas, e incluso hubo quien lanzó fuegos artificiales. La mayoría de las celebraciones de las que había oído hablar fueron canceladas porque la Policía intervino, a veces con arrestos», dice en entrevista telefónica con LA RAZÓN.
Al profesor Zhang Ming, de la Universidad Renmin, tampoco le importa expresar públicamente su alegría por el premio. «El Gobierno está realmente enfadado con el resultado y reaccionando con fiereza. Creo que es una buena noticia para el país. No va a tener ningún resultado inmediato, no lo van a sacar de la cárcel, pero podemos ver a la gente hablando del tema en todos los foros de internet y en la calle. Por supuesto hay gente que critica el premio y a Noruega, pero se ha generado debate. También hay mucha gente a la que le da igual y no le presta atención», comentó a este diario. Entre los miles de comentarios aparecidos en internet, algunos evadían la censura con humor. «El año pasado le dieron el Nobel a Obama.
¿Alguien se ha enterado de a quién se lo han dado este año», decía uno. Otro ironizaba así: «Noticia: el comité que da el Nobel se ha quedado sin dinero y le está dando los premios a gente que no puede ir a recoger el dinero porque está en la cárcel».
Los disidentes temen que la Policía haya recluido a la mujer de Liu
Liu Xiaobo, condenado a 11 años, todavía no sabe que le ha sido concedido el Premio Nobel de la Paz. Su mujer, la poetisa Liu Xia, podrá comunicárselo hoy en la cárcel de Jinzhou, en la vecina provincia de Liaoning, según revelaron ayer amigos de la pareja. El Gobierno chino habría accedido a llevarla custodiada y acompañada de su hermano a cambio de que Liu Xia se comprometa a no seguir dando declaraciones a los medios. Su teléfono, sin embargo, llevaba 24 horas desconectado al cierre de esta edición y algunos simpatizantes de la disidencia dijeron que temen que la Policía la haya recluido e incomunicado en algún lugar secreto.
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