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«Elektra» se hace escultura

El Teatro Real inaugura el viernes la primera temporada firmada por Mortier

«Elektra» se presentó hoy en el Teatro Real
«Elektra» se presentó hoy en el Teatro Reallarazon

La ópera que inaugura la primera temporada firmada en solitario por Gerard Mortier tiene nombre de mujer. El director artístico, conocedor de que la obra estrenada por Richard Satruss en 1909 ya había visitado dos veces el Teatro Real, quiso enseñar las tripas del montaje, una gran instalación que lleva el nombre de uno de los creadores vivos más notables, Anselm Kiefer. Pisar el escenario del coliseo impone siempre, compartir espacio con los contenedores del artista, aún más. Carlos Abolafia, subdirector técnico del teatro, explicó que «se ha tenido que conseguir un desnivel del 5% precisamente para que el montaje llegue al patio de butacas tal y como lo concibió Kiefer, es decir, que el público tenga una visión lo más amplia posible desde los pisos superiores». El escenario, gracias a la inclinación, se acerca al público y tal, dice Mortier, es la sensación que pareciera que va a engullirle.

Diez camiones de transporte
Parte del decorado se ha tenido que hacer autoportante para poder desplazarlo de un lugar a otro. Y no estamos hablando de algo que se pueda transportar en un par de camiones: han sido necesarios diez para que desembarcara en Madrid. «Hubo que diseñar de nuevo las escaleras», comenta Abolafia, mientras desvela que se han seguido siempre las directrices del artista, «que ha querido que se dé en todo momento la sensación de que estamos ante contenedores antiguos por los que se nota el paso del tiempo». Contenedores que simulan un búnker en plena guerra de Sarajevo. ¿Cómo se ha conseguido el proceso de envejecimiento? Mediante capas de pintura que han dado forma vetusta y ajada al corcho blanco «para conseguir sacarle cierta textura envejecida. No hay juntas entre los cubos ni fisuras, sino que existe una línea continua, que es lo que Kiefer quiere». El artista, que no ha estado presente en el montaje, ha prometido desplazarse a Madrid para el estreno del viernes. Sobre el escenario descansa de pie una imponente capa de tela trabajada con escayola. «Tenemos cuatro, dos por cantante, de distinta talla y envergadura», explica Mortier, mientras deambula y gesticula con las manos. En su devenir se acerca en un par de ocasiones a la prenda, toma una de sus mangas para que se aprecie la ligereza. No hay manera de convencerle de que se haga la foto bajo la capa. «No, no, que les daría un buen titular», exclama mientras no deja de reír. Después de visitar el escenario, toca subir a la parte superior: no más de cinco personas por grupo «para que no se hunda». A pesar de la afluencia masiva, el decorado resiste. La misma puesta en escena ya se vio en La Fenice y en Nápoles. En el coliseo madrileño ha habidos dos precedentes de esta ópera, que forma ya parte del repertorio, en 1998 y en 2002. Tampoco es ésta la primera vez que el director artístico y el creador colaboran juntos. La Ópera de París ya fue escenario hace dos años de su trabajo, que entra de lleno en la línea que tanto gusta a Mortier de que al levantarse el telón el espectador pueda tener frente a sí mismo la obra de un creador de vanguardia. En primavera llegará Marina Abramovic en uno de los montajes más rompedores de la temporada que empieza.


«Tan fácil como un gol de Ronaldo»
En el mes de julio comenzaron los ensayos para poner en pie esta ópera tan endiablada como extremadamente difícil. El director de orquesta, Bychkov, definió ayer así la obra, aunque tratarán «de que al público le llegue la sensación de que lo difícil es tan fácil como un gol de Ronaldo». En el papel de Elektra se medirán dos sopranos: la veteranía de Deborah Polaski contrastará con la frescura de Christien Goerke. Atención: Mortier aseguró que este papel puede convertir a la cantante en la Elektra de referencia para los próximos 15 años.