Campaña electoral

La doctrina del shock por Alfonso Merlos

La Razón
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En cuatro días ha entrado en vía muerta sin ser capaz de completar un recorrido largo o digno. El 25-S se ha topado con un final de trayecto que se antoja definitivo. Y no es mala noticia. Al contrario que el 15-M, que gozó de su momento de expansión y efervescencia, que demostró incluso un cierto punch y una capacidad aceptable de sostenerse con el paso de los meses, los mohicanos del asalto al Congreso han fracasado a la primera de cambio.
No lo tenían fácil, porque han intentado recoger en tiempo récord los restos de variopintos movimientos de indignados que habían quedado atomizados, desinflados o desactivados, reducidos a la irrelevancia. Pero los capitostes de este arreón dudosamente democrático se han ganado a pulso su fiasco. Porque sólo una minoría equivocada, desesperada y sin encaje en los rudimentos del Estado de Derecho puede engrosar las filas de los que llaman «a enterrar la Constitución», o de los que denuncian con peligroso convencimiento e incorregible ceguera que «esto es una dictadura».
El programa de estos mandarines del apocalipsis no cuela. Porque está asentado sobre el puro dislate. Es un disparate pensar que el Gobierno de Rajoy está impulsando un experimento de ingeniería social para aplastar de forma dolosa e inclemente a las clases medias; o que la acción económica del Partido Popular pretende convertirse en una terapia de choque brutal e involutiva para achatarrar a los menesterosos; o que asistimos a una oscura alianza entre políticos y banqueros que, acompañada de una ola legislativa radical y contrarrevolucionaria, ansía devolver a los españoles a usos y costumbres que evocan el franquismo.
Quizá sin conocer el detalle (por su ignorancia o su vagancia), los salvapatrias del ahora rebautizado 29-S buscan inducir la idea de que España se encuentra bajo la doctrina del shock, desarrollada de forma tan sensacionalista como torticera –aunque interesante– por Naomi Klein. Eso supone dar por hecho que el Ministerio del Interior está desarrollando una estrategia medida y fría para criminalizar a los manifestantes y que las Fuerzas de Seguridad están actuando como meros esbirros cuyo objetivo debe ser producir miedo y vaciar las calles para que los poderosos sigan adelante con sus planes. El planteamiento de estos alborotadores de nuevo cuño es tan sumamente descacharrante, se ha articulado de manera tan dislocada que su ausencia de fundamentos y razón explica a la perfección su fulgurante y ensordecedor pinchazo. Dicen, en sus estertores, que el Gobierno debe ser despedido porque su barbarie y su estafa nos están llevando a la ruina. Pero es al revés: el poder ejecutivo tiene la aprobación de las urnas y el Parlamento para abrir el camino de un futuro mejor para los españoles; estos héroes con capucha, sin embargo, han sido ya ahogados por su brutal incontinencia y su fraudulenta propaganda.