Cataluña
Mensajes cifrados
El triunfo electoral de Convergencia i Unió en las elecciones del pasado domingo vuelve a colocar a Cataluña en la normalidad política. Los catalanes han vivido siete años de tripartito, resultado lícito de las elecciones, que han deteriorado considerablemente la vida ciudadana. Han sido dos legislaturas tensas, polémicas y turbulentas. Con una gestión lastimosa y con un derrumbe final estruendoso. Ahora «toca» la vuelta al Gobierno de Convergencia que, por las circunstancias, se debería traducir en un Ejecutivo moderado, tranquilo y obsesionado con la buena gestión en plena crisis económica. Desde luego las dos legislaturas en la oposición que ha pasado Artur Mas le han convertido en un político más cercano, más humano y más humilde. Dos legislaturas en la dureza de no gobernar han forjado a un personaje diferente al que conocíamos hace unos años. De todas maneras, por encima de análisis concretos y de lecturas más o menos catalanas de los resultados, está claro que los ciudadanos españoles están hartos de los experimentos donde los políticos ganan mucho poder y los ciudadanos pierden representatividad real. Pasó en Galicia, más tarde en el País Vasco y ahora en Cataluña. No estamos hablando de socialistas, populares o nacionalistas. Es, como digo, una cuestión de experimentos. En Galicia, el lamentable espectáculo del bipartito socialista-nacionalista llevó a Alberto Núñez Feijóo a dar la vuelta a la tortilla en sólo cuatro años. En el País Vasco, después de treinta años de un nacionalismo que coqueteaba con las franquicias etarras, una alianza parlamentaria –impensable no mucho tiempo atrás– entre socialistas y populares cambiaba las cosas. Y ahora en Cataluña, después de siete años de tripartito, ha ganado muy cómodamente Convergencia i Unió, consiguiendo también el Partido Popular de Alicia Sánchez-Camacho unos resultados históricos. En resumen, ¿qué lección se puede sacar de todo esto?: nadie quiere experimentos políticos, nadie busca ya ningún tipo de devaneo. Se busca estabilidad, se quiere sentido común y se pretende consistencia en la gestión. Experimentos los justos y con gaseosa.
Ésta es la gran lección que deberían sacar los líderes nacionales. En esa cuestión se tienen que fijar Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy pensando en las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales. No se pueden jugar con los electores, nadie quiere gato por liebre. Los votantes queremos, pedimos y exigimos una autenticidad en los políticos que no les lleve a tener una doble cara. Una falsa careta. Y en este planteamiento muchos se preguntarán: ¿cómo se explica el fenómeno Laporta? Para empezar hay que recordar que en la política siempre ha existido la marginalidad. Pero es que además en este caso, la irrupción de Laporta en el parlamento catalán es el ejemplo de lo dicho. Ha recogido en un partido montado en tres meses, una masa importante de personas enfadadas con la clase política y que han votado unas siglas que están fuera del sistema como castigo a lo establecido.
Cataluña nos ha enseñado mucho. Ahora hay que metabolizar tanto mensaje cifrado.
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