Grupos

Polvo sudor y convicción

 
 larazon

Lo que siempre ha movido a la civilización son las ideas. Al hombre lo que le da su empuje son las convicciones, que son una cosa difícil de concretar. Los viejos césares anhelaban el poder más que el dinero, quizá porque las abstracciones, aunque provengan de las ambiciones más personales, de los egoísmos íntimos, siempre han pesado más en la conciencia que los asuntos materiales y mundanos. Lo que da fortaleza a una persona no es el televisor, el deuvedé, el chalé en la sierra o la cuenta bancaria, sino las firmezas intelectuales, que son la base, el cimiento, de esa cosa tan confusa que se llama carácter. El calor, que al final de la tarde, con los primeros preámbulos de la noche, derivó en algo tormentoso en Cuatro Vientos, con agua de lluvia y un viento imprevisto, convirtió la jornada de ayer en una verdadera prueba de resistencia. Si es cierto que el peregrino, el creyente, el que se lanza al camino, cualquiera que sea su fe, tiene que padecer, sufrir y pasar por el purgatorio de las tentaciones. Ayer, todos esos muchachos ganaron la partida y, de paso, también el derecho al indulto por todas las posibles faltas y condenas que acarreasen. El polvo, el sudor y la sed fueron compañeros tercos, inseparables, de esos que parecen no irse nunca, y que no se podían paliar ni con música ni con mangueras de riego. Si aguantaron allí es, quizá, por lo que se dice en el Nuevo Testamento. Eso de que la fe mueve montañas y que hasta las puede trasladar. En este caso no hubo milagro geográfico alguno, pero, desde luego, nadie puede dudar que muchos habrían desertado si no fuera por la energía que dan las mencionadas convicciones, los empeños personales.