Ciencia

Cuando «Santa Helena» truena

La Razón
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Gaia es una señora de unos ochenta años (según los científicos) muy bien llevados, y está hartita de que se le falte al respeto. Anda la humanidad displicente y ajena a la realidad de Gaia, que, como todo ser vivo, tiene sus «humores». No podemos controlar ni decirle a la Naturaleza cuándo debe o no erupcionar, largar un chute de lava, o diluviar hasta que Noé saque su arca de nuevo.
Dichas «acciones» son expresiones de las diversas emociones que recorren sus venas. En 1980, el Mount St. Helens (EE UU) erupcionó, fue una de las erupciones más catastróficas del siglo XX. La explosión fue precedida por dos largos meses de terremotos y expulsiones de vapor. Cuando estuve allí, dieciocho años después, las cenizas aún mantenían ahogado al maravilloso Lake Spirit y los árboles empezaban a renacer. Ni por asomo deseo que en El Hierro ocurra algo similar, ¡ojalá que todo quede en seísmos de poca escala!

A Gaia hay que entenderla, no predecirla. Personalmente considero que «ella» está reflejando la situación emocional y espiritual de quienes la poblamos como si de un mágico espejo se tratase. La humanidad anda revuelta, frustrada, alejada de su alma. Estamos indignados y enfadados los unos con los otros. Quizá Gaia acabe por pensar que necesitamos «desastres» para despertar en nosotros el espíritu humano. Así, en vez de explotarnos la ira, corran ríos de amor por el mundo para limpiar las cenizas del odio que las guerras han dejado. La Tierra está en los volcanes de los humanos. Tomemos nota.