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Mediadores pensar en vez de actuar
Escuchar, entender y comunicar. Una y otra vez hasta templar la indignación, la rabia y la tristeza de sus compatriotas. Mané Fode, de origen senegalés afincado en Barcelona y miembro de la coordinadora de asociaciones senegalesas de Cataluña, asegura estar agotado
BARCELONA– . Desde que Ibrahima Dyey, de 31 años, fuera abatido de un tiro el pasado martes por un gitano en la calle Palerm del barrio barcelonés del Besòs, este joven africano ha centrado sus esfuerzos en mediar entre unos y otros para evitar que pagasen justos por pecadores. No lo ha hecho sólo, junto a él, un equipo de técnicos municipales y mediadores de la comunidad gitana ha estado trabajando de la mano –y seguirán haciéndolo las próximas semanas– para frenar una eventual escalada de violencia racista en las calles del Besòs.
«En Senegal tenemos un dicho: "No hay problema, sino falta de diálogo". La mediación forma parte de nuestra cultura», explica Mané. Pero cuando un acontecimiento arremete contra los sentimientos y se desata la ira, los refranes se olvidan rápido y toca tranquilizar por parte de los más serenos. Tras el asesinato de Ibrahima, y a pesar de que en cuestión de horas los Mossos d'Esquadra detuvieron a cuatro personas presuntamente implicadas en el crimen, se registraron varios altercados. Las concentraciones y protestas del colectivo senegalés no estuvieron exentos de tensión.
Contacto y solución
Mané estuvo ahí en todo momento para tratar de acallar los gritos más agresivos y templar los ánimos. «Se trata de detectar quién está más afectado, apartarlo del grupo y hablar con la persona para tranquilizarla», apunta Mané sobre su labor de mediador en este conflicto.
«Insisto en que la violencia no se soluciona con violencia», detalla. De hecho, este joven africano fue uno de los promotores de la manifestación que organizó la comunidad senegalesa como muestra de rechazo al crimen. Una marcha que contó con la participación de los mediadores del Ayuntamiento de Barcelona, la Guardia Urbana y los Mossos d'Esquadra, ya que el acto formó parte, precisamente, de la estrategia mediadora. Ante la muerte de Ibrahima, los senegaleses encontraron así la manera de canalizar su pena y su rabia mientras el colectivo gitano halló en la elaboración y publicación de un comunicado la forma de expresar el pésame y dolor por todo lo ocurrido.
«Cuando se da una crisis como la vivida en el barrio del Besòs, la labor de los mediadores consiste en contactar con las entidades y representantes de los colectivos y facilitar el diálogo entre unos y otros para que sean ellos mismos quienes encuentren la solución al problema», explica una portavoz del Consistorio barcelonés. Se trata de actuar rápido y con conocimiento. De hecho, la misión de éstos técnicos en el barrio del Besòs no es puntual. Son trabajadores sociales que conocen el terreno y su realidad social porque los problemas vecinales no son cuestión de un día. Situado en la periferia de la Ciudad Condal, lindando con La Mina, el Besòs sobrevive al olvido administrativo y hace malabarismo con la pobreza, la multiculturalidad y la degradación para tratar de mantener en equilibrio la convivencia. Como dijera el presidente de la coordinadora de asociaciones senegalesas de Cataluña, Amadou Boka, «sin mediación, la manifestación podría haber sido otra cosa».
Canalizar sentimientos
«Más allá de todo, somos seres humanos y hay que pensar antes de actuar», recalca Mané. Su clarividencia y su buena fe ya han sido reconocidos por el Ayuntamiento, que ha agradecido públicamente el trabajo realizado por senegaleses y gitanos. «Ahora bien, la comunidad y la familia de Ibrahima necesitan y reclaman justicia. Mediar no significa olvidar», sentencia Mané.
Prisión para dos detenidos por el crimen
Los cuatro detenidos, un padre y sus tres hijos, por los Mossos d'Esquadra tras el asesinato de Ibrahima Dyey de 31 años y de origen senegalés, pasaron ayer a disposición judicial. El juez de Instrucción número 2 de Barcelona decretó prisión sin fianza para el patriarca, Antonio F. P., por un delito de inducción al asesinato y a su hijo, Antonio F. G., por un delito de asesinato al considerar que fue el presunto autor de los hechos. A los otros dos, Salvador y Rafael F. G. que quedaron el libertad con cargos, se les acusa de un delito de amenazas y lesiones, respectivamente.
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