Estados Unidos
Sorprender a la pareja por Marina CASTAÑO
La pasada semana, al lado de mi columna, se escribía sobre «la decoración íntima», o sea, la decoración del pubis con pelajes y piedras preciosas. Hombre, hay que dejar siempre un espacio grande a la fantasía y no seré yo quien ponga puertas a ese campo, pero se me antoja que son adornos, ¿cómo diría? Para queridas de banqueros, o de políticos yanquis de alto rango modelo senador, o por ahí. No me encaja en una oftalmóloga, pongamos por caso, en una guionista de telenovelas, en una periodista radiofónica o en una cajera de supermercado. El depilarse el vello público e incrustar cristales de Swarovski o implantarse un pelufo de zorro va más con otro arquetipo de mujer, aunque nunca se sabe. Un ejemplo bueno sería, la mítica «Belle de jour» de Buñuel, en que a una honesta y burguesa «señora de» le van las fantasías cutres, el sentirse prostituta y hacérselo con un chulo navajas. La mente de cada cual es infinita y tiene rincones donde se guardan deseos que a nosotros mismos nos sorprenderían, aunque bien es cierto que lo de las «sofisticadas decoraciones» va por otro camino: se basa más, quizá, en un deseo de provocación original y novedosa con fines de seducción que rebasen los límites de una lencería sexy. Luego están las protestas de los ecologistas, ¡cómo no! Que critican que se utilice pelo de animales y sugieren fibras sintéticas para tal fin, con lo que las irritaciones y las alergias se presentan en muchas de las clientas que van tan ilusionadas como expectantes a preparar sus zonas eróticas (y erógenas) de una forma muy exótica para sorprender a su pareja. Qué curioso que esto se dé sobre todo en Estados Unidos, el país más puritano del mundo.
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