Nueva York

Un beso de 300 millones de euros por José CLEMENTE

La Razón
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Se suele llamar tacto o mano izquierda a la habilidad natural de ciertas personas para describir a los demás tal y como ellos se ven y que obliga, si se es inteligente, al recurso del camuflaje para enmascarar nuestras verdaderas observaciones. El beso se convierte en esos momentos en el mejor aliado del disimulo, mientras que otros gestos, como la mirada huidiza, delatan las verdaderas intenciones de quien piensa lo contrario de lo que dice o acaba de comunicar. Siempre el lenguaje no verbal tan atento a esos pequeños detalles que, en los tiempos que vivimos, apenas nos llegan a inquietar. El beso ocupaba un lugar preeminente en las relaciones sociales, y aunque aún hoy tenga su importancia, especialmente entre las edades más jóvenes, cada vez está más en desuso. Cuando alguien quería comunicar a otra persona cualquier cosa de cierta relevancia le requería a modo de invitación una nota con la abreviatura «BLM» (besa la mano), siempre, claro, entre caballero y dama. Aún hoy en los actos oficiales de la Casa Real se utiliza el conocido «besamanos», que indica saludo y adhesión hacia los invitados, en este caso la Familia Real. Pero la historia nos habla de besos prodigiosos, de esos que expresan el amor verdadero o las traiciones más abyectas en el uso del beso, como el de Judas Iscariote hacia el año 33 de la era cristiana, cuando delató a Jesús con un beso en el huerto de Getsemaní. O el beso de Rodin, que encargó un excéntrico americano para decorar la entrada de su casa donde vivía con su amante. También es muy conocido y popular el beso de París, una serie de fotografías realizadas por el francés Robert Doisneau frente al edificio de la municipalidad de París que dio la vuelta al mundo. La serie fue comprada por un coleccionista suizo por teléfono en apenas unas horas por el módico precio de 240.000 dólares del momento. El beso con gusto y belleza que más tarde se convertiría en polémico por tratarse de una pareja de modelos que posaron por dinero para el artista. Este beso popularizó muchos otros, como el de Times Square, en Nueva York, y así sucesivamente hasta llegar a los de las bodas o los que realiza uno de sí mismo, que para el autor, serán sin duda, el mejor de todos ellos. El lector se preguntará por qué le traigo esto de los besos como asunto de opinión incandescente con la que está cayendo, y la razón no es otra que hablarles del beso entre la consejera andaluza, Carmen Martínez Aguayo, y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, bajo la atenta mirada del titular de Economía de la Generalitat catalana, Andreu Mas-Colell, un beso que permitió al Gobierno arrancar a Andalucía más de 300 millones de euros en apenas una hora, y que permitió que la comunidad andaluza siguiera el mismo camino que el resto en cuanto al Plan de Ajuste exigido por Europa y que Montoro puso como condición superarlo para evitar la intervención de las autonomías por parte del Ejecutivo central. Son muchos los aspectos que debería destacar en este artículo, pero si me he detenido en esto del beso no es por otra cosa que visualizar la política de algunas autonomías. La mirada o el beso sirven para que el tacto del que les hablaba en un principio no sea descubierto, y la magnífica fotografía que ilustra este artículo de mi compañero Alberto R. Roldán, da buena fe de ello. Pero detalles al margen conviene explicar que la Región de Murcia ha superado la prueba del nueve a la que estaba siendo sometida, tanto por el Gobierno central como por la oposición murciana, que deseaba como nada en el mundo que el Plan de Reequilibrio Económico y Financiero de la Región fuera rechazado. Pero no. Ni las campañas de los últimos 15 días en el sentido de que las cuentas serían devueltas a Valcárcel, ni los augurios de las agencias de calificación situándonos entre los territorios con el «bono basura» acabarán por instalarse entre nosotros. Nada de ello va a suceder, entre otras cuestiones porque Murcia ya cuenta con el respaldo del Gobierno al Plan de Reequilibrio, a partir del cual y de su cumplimiento a lo largo de todo 2012 –como señala el propio Valcárcel-, sólo queda empezar a salir de la crisis. El Plan de Reequilibrio llega a los 623,4 millones de euros, de los que 404,4 se concentran en medidas de ajuste puro y duro, y los 219 restantes están relacionados con las políticas tributarias y la venta de patrimonio. El Gobierno, es decir, Montoro y Beteta vieron, hicieron sus propias cuentas y dijeron: «el siguiente». El siguiente eran dos comunidades autónomas que se declaraban de entrada rebeldes con el propio Ejecutivo: Andalucía y Cataluña, ambas protagonistas de la escena de el beso en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. El segundo aspecto a destacar hace referencia directa al comportamiento de todas las comunidades ante los responsables ministeriales y hete aquí de nuevo otra gran sorpresa. Hacía mucho tiempo, por no decir casi tres décadas, que España no tenía un comportamiento similar al de nuestros vecinos, es decir, actuar como una nación europea de forma responsable como lo hacen franceses, alemanes o ingleses. Todos aceptaron las normas del órgano superior, que no es otro que el Ejecutivo central, y el café para todos volvió a funcionar. España ha dado una gran y férrea imagen ante el mundo, al menos en la de saber estar unidos en lo malo, porque en lo bueno estamos todos prácticamente de acuerdo. España recupera parte de su espíritu como nación, sin menoscabo a otras naciones, autonomías, regiones y territorios forales que también existen. ¿Ven ustedes como las crisis son buenas para hacernos tocar tierra, la misma tierra que nos une y que nos ha llevado a ser pluralmente libres?