Londres
Los Mostafaei por fin juntos en Oslo
El abogado de Ashtiani, la iraní condenada a lapidación, abraza a su familia tras 40 días de exilio
El hecho de que un hombre espere en un aeropuerto la llegada de su mujer y su hija con un gran ramo de flores no tiene nada de especial. Pero la escena fue de lo más significativa el pasado jueves. Hasta ese mismo día, Mohammed Mostafaei no tenía claro si volvería a ver a su familia. Ni tan si quiera si estaba viva.
Desde que dejó el anonimato para convertirse en el abogado de Sakineh M. Ashtiani –la iraní condenada a morir lapidada tras un supuesto adulterio– la vida de este letrado no ha vuelto a ser la misma. Denunciar por todo el mundo que nadie puede ser matado a pedradas en la cabeza con medio cuerpo enterrado es algo que el Gobierno de Ahmadineyad no ha llevado del todo bien.
La condena de Sakineh fue suspendida temporalmente por la presión internacional. Sin embargo, el abogado de derechos humanos, gran crítico del sistema judicial iraní, tuvo que huir de su país natal y esta semana, tras 40 días separados y 24 horas de máxima tensión, ha podido abrazar finalmente en Oslo a su esposa y su hija Parmida, de siete años.
Mostafaei decidió huir a Noruega el pasado mes de julio. Cuando el régimen se enteró de que había desaparecido, detuvo a su mujer, Fereshteh Halimi, su cuñado y su suegro. «Estoy contenta porque me he reunido con mi marido, pero también muy triste porque he dejado mi país, mi familia y mis amigos y no sé si podré volver a verlos algún día», relataba ésta ayer al rotativo «The Times».
Tensión hasta el final
Hasta que el avión no despegó, Fereshteh no creía que pudiera salir de Irán. Después de pasar 14 días en la cárcel era muy consciente de que sus pasos y los de su hija se seguían con lupa y está convencida de que el régimen la ha dejado escapar para evitar reacciones internacionales.
Su cautiverio no fue fácil. El primer día estuvo en una celda con otras 30 mujeres. Fue interrogada durante horas y al día siguiente fue sometida a otro cuestionario con los ojos cerrados. Los trece días restantes los pasó en una habitación diminuta donde nunca se apagaba la luz. Las amenazas de los guardianes con que no volvería a ver a su hija eran constantes.
El nerviosismo que sentía en el aeropuerto era por tanto comprensible. Fue acompañada de familiares y eran ellos los que avisaban a Mostafaei cada vez que pasaba un control de seguridad, ya que sabía que su teléfono estaba pinchado. Si la llamada se retrasaba, el letrado volvía a insistir. Conocía los riesgos, pero la tensión se apoderó de él mientras esperaba en una habitación de hotel en Oslo. Cuando el jueves volvieron a abrazarse ninguno pudo reprimir las lágrimas.
El temor del abogado es ahora por Sakineh. Oficialmente, ni el Gobierno ni el tribunal islámico que la condenó se han pronunciado abiertamente sobre su suerte, pero uno de sus hijos, Sajad Ashtiani, de 22 años, reveló la revista digital «La Regle du Jeu» que el régimen la acusa esta vez de asesinato para «poder acabar con ella más fácilmente».
«Es una pura mentira y una justicia increíble –dijo– mi madre no ha hecho nada y su vida corre peligro mientras que el real culpable de la muerte de mi padre está libre». Tanto él como su hermana han perdonado al verdadero homicida –un tío suyo– acogiéndose a la ley iraní.
Mostafaei asegura que su cliente tan sólo es una de las miles de víctimas de los abusos de los derechos humanos en su país. Según el rotativo «The Times», ahora que está en el exilio, tanto él como su mujer se sienten más libres para poder hablar.
El letrado planea para el futuro próximo trabajar con organizaciones no gubernamentales para que la comunidad internacional sea consciente de las atrocidades y torturas que se cometen en Irán. Sakineh Ashtiani, al fin y al cabo, es tan sólo la punta de un gran iceberg.
Los apoyos a Bruni colapsan la red del Elíseo- La centralita del palacio del Elíseo ha estado literalmente saturada desde que el pasado fin de semana un diario iraní llamara a Carla Bruni «prostituta» por su defensa de Ashtiani, la mujer condenada a lapidación. Miles de personas han telefoneado al palacio presidencial desde entonces para mostrar su apoyo a la primera dama francesa. La insistencia ha sido tal que el Elíseo ha tenido que abrir un espacio web para que los apoyos se trasladen a la red de redes y evitar el colapso telefónico: http://www.elysee.fr/ecrire/
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