Galicia

Pequeña «familia» por Francisco Marhuenda

Durante varios años trabajamos juntos en el equipo de Rajoy. En enero del 96, Rajoy me propuso que colaborara en la campaña electoral y mi querido amigo Jorge Fernández me cedió su despacho en la sede del PP

La Razón
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Fueron años intensos, apasionantes y enriquecedores. La primera noticia que tuve de Paco Villar fue cuando me dijo que le iba a nombrar secretario de Estado de Administraciones Públicas. Le tenía un gran afecto personal y respeto profesional por la gestión que había realizado al frente del servicio gallego de salud. Dos buenos amigos, los consellers Xavier Trías y Xavier Pomés, médicos como Villar, me hablaron muy bien de él.

En el PP se había barajado reducir el número de secretarios de Estado y el Ministerio de Administraciones Públicas se quedaba sólo con uno, que estaba destinado para Jorge Fernández, pero afortunadamente no fue así y Villar fue el otro. Durante tres años tuvimos el despacho pared con pared. Es una de las personas con las que he comido más veces en mi vida. Unas solos y otras con Rajoy y Jorge en Riofrío. Una de las características del líder del PP, tan conocida que no desvelo ningún secreto, es su austeridad. Las comidas ministeriales eran de menú y poco más. Villar entraba constantemente en mi despacho y siempre me decía: «¿Qué haces, Paquito?» y añadía: «No fumes tantos puros». Se sentaba y hablábamos de Galicia, la política, la familia, sus experiencias como médico... Discutíamos sobre los asuntos del ministerio y polemizábamos sobre los temas más variopintos. He de reconocer como hipocondriaco que me gustaba tener un médico como vecino de despacho.

Nos fuimos luego a Educación, donde seguimos colaborando estrechamente. Tras la victoria del 2000, Rajoy asumió la vicepresidencia primera y Villar me sucedió como director del Gabinete. Como director general de Relaciones con las Cortes, nos seguimos viendo mucho. Éramos un equipo todavía pequeño que parecía una familia muy unida, para lo bueno y para lo malo. Me seguía diciendo: «¿Qué haces, Paquito?», le decía «no lo hemos hecho tan mal a pesar de todo» y reíamos. Tuvo el gran acierto de incorporar a Soraya Sáenz de Santamaría al gabinete del vicepresidente. En ocasiones discrepamos y otras muchas coincidimos. Fui depositario de su amistad y confidencias. Nos unieron muchas cosas en aquellos años difíciles e intensos. Me emocionó mucho la última vez que nos vimos. No ha sido posible recuperar aquellas comidas. Me duele.