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El incierto reformismo chino

Las grandes facciones comunistas se enfrentan por el grado de aperturismo

El XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, del que saldrá esta semana la composición de la nueva cúpula del poder, se sucede a puerta cerrada. En la imagen, personal de seguridad
El XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, del que saldrá esta semana la composición de la nueva cúpula del poder, se sucede a puerta cerrada. En la imagen, personal de seguridadlarazon

Mañana acaba el XVIII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino y pasado conoceremos la composición del nuevo Comité Permanente del Politburó. Faltan por tanto 48 horas para saber cómo será el equipo de gobierno completo que dirigirá la que, según la OCDE, se convertirá en la primera economía mundial ya en 2016. Aunque en el plano macroeconómico será difícil superar los resultados cosechados por el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao (que en una década han cuadriplicado el producto interior bruto (PIB) y han quintuplicado las exportaciones), el modelo da síntomas de agotamiento, al tiempo que aumentan las tensiones sociales. En este sentido, las llamadas a emprender "reformas urgentes"son cada vez más recurrentes.

El problema llega a la hora de definir lo que las diferentes "familias"del Partido tienen en la cabeza cuando habla de dichos ajustes. "Es el momento perfecto para cambios profundos, peron o está claro que se vayan a hacer ni que dirección se tomará", explica Yi Xianrong, director del Instituto de Banca y Finanzas de la Academia Social de Ciencias Sociales. El sector más radicalmente "liberal"es el que orbita alrededor de la Fundación Boyuan, creada hace dos años por un inversor millonario llamado He Di, un hombre convencido de que China corre el riesgo de acabar convertido en un peligroso monstruo totalitario y ultranacionalista si no cambia de rumbo. He Di es también un "principito": procede de una familia de alcurnia revolucionaria, como casi todos los poderosos en China. Su padre fue uno de los ministros más aperturistas de los años 80, el responsable de adaptar el campesinado chino hacia las leyes del libre mercado. Y, entre sus principales apoyos, se cuentan varios altos cargos del Partido, así como un nutrido grupo de millonarios y gente influyente en los círculos culturales y empresariales, como el editor del periódico Caixin, desde el que se han lanzado en los últimos meses ambiciosas propuestas de cambio. Algunos amigos de infancia de He Di ocupan además cargos importantes. El mismísimo gobernador del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan, es uno de ellos. También lo es Wang Qishan, quien debería entrar pasado mañana en el club de los siete hombres más poderosos de China.

Con matices, quienes orbitan en torno a la Fundación Bayuan abogan porque se retome el ritmo de aperturas marcado por el ex-presidente Jiang Zemin, un proceso de liberalizaciones que se vio frenado con la llegada al poder de Hu Jintao y Wen Jiabao, hombres más preocupados, en teoría, por combatir la "brecha social". Encuadrados en las filas de los llamados "elitistas"o "grupo de Shangai", estos "liberales"piden, por ejemplo, que se empiece a desmontar el entramado de empresas y monopolios estatales, que se impulse la iniciativa privada, se incentive el consumo y se liberalice parcialmente el sector bancario para que el pueblo pueda invertir sus ahorros libremente, algo que actualmente no es posible. Se trata de reformas puramente económicas que, sin embargo, abrirían espacios para ir introduciendo mdiscretas aperturas políticas. En el otro extremo del espectro político se encuentran los llamados "neo-maoistas"o "nueva izquierda", que proponen una cierta vuelta al pasado, una reedición moderada de la "revolución cultural", centrándose en el igualitarismo y la lucha contra los privilegios de las minorías enriquecidas.

Este grupo, también definido como "socialista"o "populista"ha quedado decapitado y fuera de la pugna en los últimos meses, provocando una convulsa crisis dentro del Partido. Su cabeza más visible, el ex gobernador de Chongqing, Bo Xilai, quedó envuelto en un turbio escándalo que le ha costado su carrera política y quizá su libertad. Sus partidarios sostienen que fue todo un montaje de sus enemigos para sacarlo de circulación. Aunque plantean prioridades opuestas, ambas tendencias exigen reformas profundas. Y, en medio a ellas, entre ambos extremos, flota todo lo demás: una escala de posturas intermedias en la que se encuentran teóricamente la mayoría de los pesos pesados, incluido el próximo secretario general del Partido, Xi Jinping, que será nombrado presidente del gobierno en marzo y que está considerado un hombre de consenso. Un perfil parecido tiene el que previsiblemente se convertirá en su mano derecha, Li Keqiang, a quien algunos intelectuales que exigen más libertades consideran un potencial aliado por sus amistades en círculos externos al Partido. En un par de díastendremos la lista completa de los componentes del Comité Permanente del Politburó, lo que dará una idea algo más nítida del color del nuevo Gobierno chino y el camino que podrían tomar las deseadas "reformas". Si es que se producen.