Historia
Otoño ennoviado por Antonio PÉREZ HENARES
Es éste un maravilloso otoño, ennoviado con la lluvia, y al que sólo le falta el traje blanco de novia de la nieve para celebrar esa boda de agua que regenere nuestros campos. Un niave en algunos lugares ya ha llegado y en otro se barrunta que está ya al caer.
La barruntan las grullas que estan bajando, bandada tras bandada, uve tras uve, y a las que oí cruzar los cielos, a las grullas siempre se las oye antes que se las ve, rumbo a las dehesas del sur. Las avanzadillas y luego ya bandos muy numerosos aprovecharon el domingo pasado y los primeros días azules de esta semana para llegar a sus destinos de invernada, aunque muchos miles todavía están en pleno viaje o en estaciones «tránsito» como Gallocanta o Vaillafafila.
Pero aunque a las grullas les cueste más hacer su singladura bajo los aguaceros, la esperanza de un otoño bien metido en agua es lo que no deseo que se trunque. Hacía una falta inmensa y, a pesar de lo que parece, seguimos estando bastante por debajo de lo que simplemente sería necesario para recuperar niveles aceptables después de unos meses anteriores tan resecos.
Sé que pedir agua y que ésta, eso espero, haya caído con ganas durante este puente de Todos Los Santos, uno es un clásico y las calabazas-calaveras iluminadas con velas ya las ponía en su pueblo antes del «Jaloguin» ese, no me reportara muchas simpatías de los que quisieran poder disfrutar de días claros con la caricia de este sol que no quema. A uno también le gustaría y espero que entre nube y nube, asome, que no hay mejor que una de esas soleadillas de principios de noviembre, pero puesto a elegir entre sol y lluvia, pues que llueva. Y si cae con mansedumbre, no hay mejor tiempo para andar por los montes.
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