Nueva York

West y Grant la dama y el vagabundo

La escandalosa rubia eligió a este actor para protagonizar juntos varios filmes porque le parecía el perfecto hombre objeto

Las películas de Cary Grant y Mae West rebosaban frases con doble sentido
Las películas de Cary Grant y Mae West rebosaban frases con doble sentidolarazon

Cuando los dinosaurios dominaban los estudios de Hollywood la «reina del sexo» era Mae West. La primera estrella que fijó el canon que seguirían años más tarde las drag queens en su emulación paródica de lo que en sí misma era una caricatura de la vamp.

Como estrella del burlesque y del teatro cómico de Broadway, Mae West sacudió a la sociedad bienpensante con sus escandalosas obras teatrales y cinematográficas en las que hablaba de sexo sin tapujos y con insolente sentido de humor. Esta cita puede dar una idea de su ideario: «El sexo es como una partida de póquer: si no tienes una buena pareja, más vale que tengas una buena mano». Había inventado un nuevo tipo de mujer fatal rococó. Ella fue el primer símbolo sexual que daría paso a la generación de rubias platino de Marilyn Monroe y Jayne Mansfield. Todo en ella exudaba erotismo: sus contoneos y cómo gorjeaba sus famosas réplicas. La más popular proviene de «No soy un ángel». Jack (Cary Grant) la piropea: «Esta noche pareces especialmente buena». Y Tira (Mae West) le replica, entre «mms y aaahs»: «Cuando soy buena, soy muy buena. Pero cuando soy mala, mmmm, soy mejor». Todo el filme está repleto de ocurrencias que dan la medida de su ingenio para el doble sentido. En otro momento Jack le propone ser su esclavo. Y Tira le contesta: «Bueno, eso podríamos arreglarlo». Pero su mayor innovación fue la forma de abordar a los hombres sin tapujos. Manifestándose superior a ellos. Por eso impuso de oponente al arrebatador Cary Grant, porque era un actor elegante y pasivo: el hombre objeto perfecto.

También fue de las primeras estrellas en reivindicar los mismos derechos que un hombre, «de ahí a cambiar mis vestidos por un mono azul y mis diamantes por una pala...» Mae los miraba de arriba abajo. Sabía que los caballeros las prefieren rubias y ella, musculosos.

«En mis romances, –declaró– , soy como un hombre. Hoy, aquí, mañana allá. Los hombres son algo cómodo, nada más». Y el amor, la mejor inversión.

En 1926 había escribió la comedia «Sex», que las autoridades de Nueva York prohibieron tras 385 representaciones. Fue juzgada y condenada por obscenidad a diez días de cárcel por corromper a la juventud. Su siguiente obra, «The Drag», hablaba sin tapujos de la homosexualidad, y tras el éxito de «Diamond Lil» logró un contrato con la Paramount en 1932. Con cuarenta años triunfó con dos divertidas parodias de la vampiresa del cine, «Nacida para pecar» y «No es pecado», ambas con Cary Grant, un galán que había debutado con otra devoradora de hombres: Marlène Dietrich, en «La Venus rubia».


Tapaderas
El idilio con Cary Grant fue «all for the show»: todo por el espectáculo. Mae West sabía que era «un lavado de imagen». Por entonces Cary Grant vivía con Randolph Scott en una casa conocida como «Bachelor Hall», y siguieron juntos durante doce años. Una relación que no interrumpieron cuando Grant se casó con la actriz Virginia Cherrill, que se fue a vivir con ellos, y Scott con Marion Dupont. Se sabía en Hollywood que ambas eran mujeres tapaderas.
Podría decirse que Mae West es una de las principales referencias de la cultura pop. Su modernidad y descaro se adelantaron medio siglo a la liberación sexual. El componente «camp» ya estaba allí presente, y de contrapunto la apostura frígida de Cary Grant, a quien Mae miraba lascivamente y le decía: «¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?» Tan «camp» como la famosa instalación de Dalí: «Retrato de Mae West que puede utilizarse de apartamento surrealista».