Lorca
Como Rufete en Lorca
No deja de ser curiosa la manera en que el pueblo recurre al para describir determinadas situaciones. Por ejemplo, para referirnos al orgullo desaforado, hablamos de don Rodrigo en la horca y para la fealdad, de un tal Picio. Para describir, sin embargo, a aquel del que se esperaba que cumpliría con su deber, pero hizo todo lo contrario, hablamos de Cagancho en Almagro o, mucho peor, de Rufete en Lorca. Precisamente como Rufete en Lorca ha quedado nuestro presidente del Gobierno, el inefable ZP, a su paso por la Presidencia de la Unión Europea. Para llegar a esa conclusión, basta con recordar la sesión del Parlamento europeo vivida hace unas horas por ZP. De entrada, una parte considerable de la sala estaba escandalosamente vacía porque sólo ver a ZP provocaba a los ocupantes de los escaños una insoportable mezcla de nausea y repugnancia. Claro que para lo que le dijeron los que se quedaron más valdría que hubiera estado totalmente vacío. Un alemán que hablaba con un acento capaz de poner los pelos de punta a cualquiera, espetó a ZP que su Presidencia había sido como Torres, es decir, defraudando todas las expectativas. Una británica, dura, rubia y correosa, lo comparó con el dictador africano Mugabe y, de paso, situó a España a la altura de Zimbabue. Un italiano –parece que últimamente se están todos sacando la espina de que ZP presumiera de haber superado a Italia– alabó a España, pero a la de Casillas y Del Bosque «y no la suya, señor Zapatero». Como estaría el patio que el único que no descargó su desprecio sobre ZP fue Durao Barroso que le echó un capote diciendo que le había tocado una época muy difícil. Debió dolerle a ZP este último episodio lo que no está en los escritos porque que te aticen todos no es bueno, pero que sólo te defienda uno de los de la foto de las Azores tuvo que ser un indecible tormento para el defensor de la Alianza de Civilizaciones. Y es que, al fin y a la postre, no se puede seguir engañando a la gente por tiempo indefinido. ZP –igual que el nacionalismo catalán– ha podido mantener su airosa posición política en España gracias, fundamentalmente, a dos razones: el control de los medios de comunicación y la ignorancia paleta de un sector no pequeño del electorado que lo escucha y se cree lo que dice. En España engañar a gañanes no resulta tan difícil si bien se mira. El problema es cuando abandonas la aldea y quieres convencer a otros más instruidos –e informados– de tus razones. Entonces queda el pelo de la dehesa más de manifiesto que nunca y no sirve de nada hablar del «encuentro planetario» o del «hecho diferencial». Bueno, sí, sirve para indicar que se es más cateto que las bellotas que ya nacen con la boina puesta. Las carcajadas de la UE ante las propuestas de Aído, la desairada sorpresa ante los intentos de Moratinos de ayudar a los Castro o el desprecio ante la soberbia incompetencia de Salgado son sólo algunos de los aspectos de la Presidencia de ZP. No puede extrañar todo lo que vertieron sobre él hace unas horas porque ZP ha quedado ante la UE como Rufete en Lorca… o como María Emilia en el Constitucional.
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