Debate Estado Nación
Calma total
Vivimos una tranquilidad inesperada, con los «indignados» y los sindicatos escondidos y callados, como si estuviesen cogiendo fuerzas para las protestas que llegarán, seguro, contra el PP
Probablemente seré un pesimista histórico, que es la condición de un periodista viejo como loro, pero el caso es que contemplo esta enésima transición como si transitara el circulo de fuego del Pacífico y pudiera agarrarme a una silla en el restaurante antes de que me la moviera uno de los continuos y silentes terremotos inofensivos, excepto para aquellos que les toca caerse. Las elecciones han sido más tranquilas que las del Real Automóvil Club y a una semana de unos comicios tumbadores, espectaculares, dramáticos, históricos, todo son zalemas y guantes de seda. El partido socialista parece que ha perdido un par de pedanías y Mariano Rajoy nada dice porque aún no ha sido investido aunque le roen los zancajos con ruegos y preguntas: los empresarios, los gobiernos y las ciudadelas financieras con las empresas de riesgo. El paisaje es de El Bosco: ya se toman a ludibrio la deuda soberana alemana, y Ángela Merkel y el europresidente Durao Barroso chocan por el eurobono que rechazan los países ricos como paracaídas de los «PIGS», los cerdos, los periféricos latinos sureños que sólo hemos inventado la picaresca y la ingeniería contable.
En la primera de las muchas reuniones que ha de mantener el presidente en funciones y el electo Mariano Rajoy han representado en La Moncloa la escena del sofá. Resultan ruidosos los esfuerzos por transmitir a los ciudadanos una sensación de aburrida normalidad cuando lo que se está traspasando es un Estado en quiebra técnica sin dinero para pagar los gastos corrientes, obligado a ajustes crudelísimos que ya ha iniciado como siempre la derecha catalana y la izquierda vasca, y dado a redefinir el Estado del Bienestar o incluso a cancelarlo parcialmente. Es sensato que los capitanes no transmitan inquietud a los pasajeros, pero también es comprensible que el presidente catalán de la patronal declare que en este Titanic nos vamos a ahogar todos desde los de primera clase hasta los de cuarta. Los «indignados» parecen haber sido sedados y los sindicatos están mudos y desaparecidos. Esta tiene que ser la calma chicha que siempre precede a la tempestad.
El análisis más honrado de esta larga ópera electoral en la que hemos cambiado de ayuntamientos, autonomías y cámaras, es el que reconoce que una mayoría absoluta de los españoles han decidido vivir de otra manera, incluso vivir peligrosamente a la manera de Nietzsche. Mariano Rajoy ya ha dicho, antes de las votaciones, que el Partido Popular resistirá a todas las protestas, que se esperan pero que cumplirá con todas las obligaciones. Las huelgas y manifestaciones que vendrán tras tanta pachorra prenavideña serán insólitas porque quienes las protagonizan, los más convencidos que hay de que se debe cambiar todo para que las cosas sigan lampedusianamente como ayer. Ahora estamos en una sala de embarque abandonada: en lista de espera, en tránsito, hacia no se sabe dónde. Espera interminable en el manchego aeropuerto fantasma de Campo Real aguardando un avión que nunca llega.
En el calmón socialista
Nada indica que Alfredo Pérez Rubalcaba se haya roto las dos piernas como funambulista del PSOE ni que haya conducido a éste a su peor su peor sangría democrática. No todo en él fue voluntarismo; la mitad de su campaña resultó patética, de elecciones de primero de curso de la Facultad, y en el debate admitió inconscientemente que ya no arrastraba ni convencía a nadie. Quieren convertirle en secretario general de la nave desarbolada arguyendo que sólo hace falta chapa y pintura y que lo sucedido el último 20-N fue sólo un raspón contra la columna del garaje. Son quienes apuestan que este PP sólo durará tres meses, como también predijeron lo mismo para José María Aznar en su primera mayoría minoritaria. Curiosamente los que son tan viejos como Rubalcaba, como Felipe González, sugieren la necesidad de remotorizar con tiempo el partido y no jugar el cortoplacismo de aquellos que han perdido el cargo por culpa de ZP. Los que esperen de Rubalcaba una oposición leal que comiencen a santiguarse.
✕
Accede a tu cuenta para comentar