Londres
El COI no se fía por Julián García Candau
El Comité Olímpico Internacional no se fía de los atletas, entrenadores y médicos de la Villa Olímpica. La experiencia dice que en cualquier momento puede surgir la sorpresa del dopaje. Todos los países firman el manifiesto que leen los deportistas y los técnicos en la ceremonia de inauguración y en España el eslogan repetido y basado en la ley de tolerancia cero con el dopaje es ya obsesión. En Londres ya hay varios deportistas vigilados.
La persecución es tal que hubo una eliminación, la del atleta de los 3.000 metros obstáculos, Ángel Mullera, al que el TAS ha dado la razón. En este caso se le ha apartado del equipo por sospechas entendidas como razonables. Los indicios estaban contenidos en una conversación.
En Londres habrá 5.000 controles antidopaje. En Pekín hubo mil menos. En cada ocasión los análisis son mayores, más exhaustivos y con medios tecnológicos muy avanzados porque persiste la lucha entre policías y ladrones. Sigue existiendo la sospecha de que los avances médicos, las apuestas farmacológicas menos detectables, aparecen en cualquier instante y van por delante de los controladores. Los tramposos corren más que sus perseguidores. La función analizadora no está sólo en buscar las sustancias conocidas, sino las que presumiblemente van a existir en el futuro inmediato.
La comisión médica del COI, que ahora preside Arne Ljungqvist, no ha cejado en su empeño de evitar escándalos como el de Seúl cuando Ben Johnson ganó la final de los 100 metros y se le descubrió que había ingerido sustancias dopantes. El príncipe de Merode, que le precedió en el cargo, fue recabando datos para ir reduciendo la farmacología.
El COI emprendió esta lucha sin cuartel, más por la salud de los deportistas que por el amaño de resultados. Dentro de ese capítulo hubo un momento en que se hizo una investigación para definir si el boxeo debía continuar en los Juegos.
Se buscó la opinión de academias de medicina de medio mundo. Los resultados no acabaron de llevar al COI a la prohibición a pesar de que se constató que el cerebro sufre microrroturas cada vez que se recibe un golpe. El COI fue imponiendo el uso de los cascos protectores y la decisión arbitral ante el primer síntoma de que un púgil no se encontraba en óptimas condiciones para seguir combatiendo.
El COI anunció que no admitiría en las listas de participantes a aquellos deportistas que hubieran sido castigados por dopaje. Para los dirigentes del organismo, purgar la pena, soportar el castigo impuesto no es suficiente para volver a la órbita olímpica. Es norma moralmente muy discutible, ya que en otros campos de la vida se acepta el pago a la sociedad como medida de rehabilitación social.
España no ha contado con el marchador Paquillo Fernández, quien logró que el castigo se le redujese a la mitad por colaborar con las autoridades, y ha participado Alejandro Valverde quien fue castigado, pero se ha argüido que no se demostró su dopaje.
Posdata
Gómez Noya practica triatlón, deporte de hombres de acero sin trascendencia popular. Por si en Londres pasa inadvertido, ha llamado la atención con una frase. Ha aprovechado la eliminación de la Selección de fútbol para afirmar que este deporte no debería estar en los Juegos. Si tal sucediera, los derechos televisivos valdrían menos y su federación ingresaría menos. Sin fútbol y sin quinielas habría recortes para deportistas como Gómez Noya.
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