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En manos de un dios menor

La Razón
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Es precisa una gran confianza en uno mismo para creerse que eres dueño de tu destino, y en muchas ocasiones flaqueas, pero como te lo han repetido tantas veces, sales a la calle y vas a tu puesto de trabajo con ánimo y coraje. Sin embargo, es posible que cuando tú estabas durmiendo, en un país en el que era de día, alguien llevó a cabo una llamada telefónica, se produjo un efecto en cadena y, al término de la jornada, tu jefe, que es también un poco tu amigo, te avisa de que parece que van a cerrar la delegación en la que prestas tus servicios. Esto ha ocurrido en España, durante el último trimestre, casi mil quinientas veces al día, que es algo así como si, antes de salir a la calle, hubiera millar y medio de francotiradores, apostados en tejados y terrazas, dispuestos cada uno a cargarse tu cabeza laboral.

Estamos en manos de un dios menor que nos demuestra cada día que no somos dueños de nuestro propio destino. Veremos si la salida de Papandréu, el que creció en una familia tan acostumbrada al poder como al exilio, ataja las mentiras y las trampas que en los solitarios se han hecho los griegos; comprobaremos si la retirada de Berlusconi, más habilidoso para encontrar trasplantadores de pelo para su calva que realismo para su país, corta la sangría de la deuda italiana, y percibiremos si la retirada de Zapatero, que prefirió enviar un sustituto para el previsible batacazo del 20-N, tiene algún efecto en el número de francotiradores desconocidos.

Estamos en manos de un dios menor cuyos designios se escapan incluso a los sacerdotes del culto, como este fraile de la Bolsa al que parece que le han cambiado las reglas del culto y es atacado por una crisis de fe. La evidente falta de liderazgo en Europa y en Estados Unidos (si Obama fuera presidente de un pequeño país ni siquiera sería conocido) contribuye a que el dios menor campe a sus anchas ante la incapacidad de quienes hemos dejado la soberanía de nuestro destino, enzarzados en sus reinos de taifas, en sus egoísmos electorales y en su estrechez de miras. Es muy conocida la frase de Bismarck en la que apuntaba que un político piensa en las próximas elecciones y un estadista, en la próxima generación. Ya no pedimos tanto. Nos conformaríamos con que en Europa se pensara en los dos próximos años, y se afrontara el auténtico poder de este dios menor, no vaya a resultar que sea un nuevo Señor de las Moscas, es decir, un cadáver sobre cuyo rostro aletean los dípteros en un voraz enjambre. Aunque los dípteros sean moscas que hablen por teléfono delante de un ordenador, y tampoco sepan que el Señor al que tanto temen y del que viven está muerto.