España
De amor y muerte por Marina CASTAÑO
No deja de asombrarnos lo violentas que resultan las reacciones derivadas de los celos, del desamor, del amor propio en realidad. Esta semana Madrid y toda España asistía atónito al espectáculo que se ofrecía en un gimnasio de la capital en el que tuvo lugar un crimen pasional, el de un guardia civil y su ex pareja: el primero descerrajó seis tiros sobre el hombre que amó, quizá por despecho, el ensañamiento lo corrobora, y luego se disparó a sí mismo en la cabeza para acabar con el sufrimiento de su vida. Nadie puede imaginarse la zozobra que agitó esa mente, nadie puede imaginar el resorte que le empujó a cometer ese acto homicida, la frase que viajaba de sien a sien «o mío o muerto», los recuerdos que se agolparon sobre su frente, los momentos de sexo brutal, o venial y romántico, quien lo sabe… Su vida se acabó a los cuarenta y dos, la de su amor a los veintisiete… Eros y Tánatos otra vez dándose la mano a punto de comenzar el estío, el momento en que las pieles más se rozan por ir desnudas, bronceadas, brillantes, lúbricas…
El erotismo en carne viva, en carne mortal, la piel sensible, la excitación que produce el sol cuando acaricia las terminaciones nerviosas en cada centímetro de la anatomía humana…
El estío, momento de ambientes soñados o evocados propicia olvidar amores desgraciados, porque lo mejor está siempre por venir, pero no en el caso de este amante frustrado quizá por una infidelidad. «Quería olvidar unos amores desgraciados, y pensé en recorrer el mundo en romántica peregrinación», escribía Valle-Inclán en una de sus «Sonatas», la de estío, claro, esa que repasamos en este último día de julio.
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