Valencia
La afición catalana condenada al exilio para poder ver toros
La prohibición obligará a los taurinos a desplazarse cientos de kilómetros
MADRID- La decisión adoptada en la mañana de ayer por el Parlamento catalán obligará a los aficionados a la Fiesta Nacional a un inevitable destierro para poder presenciar corridas de toros en directo. Un duro y caro castigo que convertirá las plazas lindantes con Cataluña en un rosario de taurinos en busca del maná de una tarde de toros. Y el peregrinaje taurino podría comenzar en febrero de 2012. Trescientos kilómetros por la costa mediterránea –con enorme tradición tanto de corridas como de festejos populares en la calle, como es el caso de Vall d'Uxó o Vinarós– hasta alcanzar Castellón de la Plana. Allí, a finales de mes, la Magdalena inaugura el circuito de grandes ferias taurinas. Apenas un par de semanas después, llegará el turno de Valencia y sus ruidosas Fallas. Otros 365 kilómetros entre pecho y espalda para el aficionado catalán que quiera ver a las figuras. Ahí radica, precisamente, otro de los contrasentidos de la abolición. Barcelona no sólo dejará de ganar dinero con las corridas de toros, sino que también verá como sus ciudadanos desembolsan el doble para poder ver a Ponce, Castella o Tomás delante de las reses de lidia.En este sentido, los largos desplazamientos llevarán consigo un mayor desembolso para el seguidor taurino que, al escaso gasto que supone comprar su entrada y el refresco para el tercer toro, deberá sumar gastos de transporte, comidas y, en algunos casos, hasta alojamiento. Ésa será la quimera para aquellos que quieran ir hasta Mont de Marsan, al otro lado de los Pirineos, en julio, con motivo de la feria de la Madeleine. No en vano, el albero de los vecinos cosos franceses será el gran oasis para los que quieran ver corridas de toros. A Mont de Marsan hay que unir otros ciclos de enjundia como la feria de la Vendimia en el anfiteatro romano de Nímes o la del Arroz en Arlés. No son los únicos. Béziers, Ceret, Alés, Eauze, Gaillac, Bayona, Vic-Fesenzac... Localidades de un marcado tono torista que también celebran festejos a lo largo del año.
El peso de la tradiciónOtra de las aficiones más exigentes del planeta taurino, por paradójico que pueda parecer, es la del País Vasco. Pese a convivir con el nacionalismo más exacerbado, la Fiesta Nacional sigue siendo sagrada. La Semanas Grandes de Bilbao y San Sebastián, la feria Blanca en Vitoria o la de San Ignacio en Azpeitia se mantienen impertérritas con un sabor añejo que, ahora, los catalanes podrán vivir previa aventura de más de 550 kilómetros en el mejor de los casos. Algo más cerca, Logroño –con San Mateo, en septiembre– y Zaragoza –con el Pilar, en octubre– supondrán el último cartucho para los aficionados taurinos catalanes que, desde ayer, no podrán decir que se «acercan» a pasar la tarde en La Monumental dando un paseo.
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