Comunidad de Madrid

2000 desalojados por el fuego

El incendio, que tardó ocho horas en controlarse, se originó en un pinar por causas que aún se desconocen.

2.000 desalojados por el fuego
2.000 desalojados por el fuegolarazon

Ocho horas tardaron los efectivos combinados de la Comunidad de Madrid, la Guardia Civil y el Ejército (además de los voluntarios de los retenes forestales) en acabar con el fuego más espectacular de los últimos años en Madrid. Comenzó entre las doce y las doce y media, en un bosque de pinos cercano a la urbanización Serranía de la Paloma, una de las cuatro ubicadas en la zona. Sobre las siete y media de la tarde, los técnicos consideraron que los núcleos de población cercanos ya no corrían peligro, salvo cambio drástico, y a las ocho de la tarde se anunció que finalmente la cosa estaba controlada y que se podía comenzar a realojar en sus casas a los 2.000 vecinos que habían sido evacuados de urgencia en prevención de males mayores.El balance del siniestro, un herido grave (un miembro de un retén que se golpeó en la cabeza mientras colaboraba en la extinción y permanece en el hospital Puerta de Hierro-Majadahonda en situación estable dentro de la gravedad, sin que se tema por su vida) y 25 hectáreas de pinos y matorral arrasadas (un 15 por ciento del pinar de la zona, según fuentes oficiales).Cogidos por sorpresaEl frente de fuego, que se extendió rápidamente favorecido por el viento del oeste, que alcanzó los 25 kilómetros por hora, estuvo en algunos momentos a pocos metros de las casas. «Nosotros lo vimos», comenta un vecino que tiene su chalé ladera arriba, «y pensamos que era un fuego pequeño y estaba lejos. Cuando volví a mirar ya debía estar a unos trescientos metros y las llamas eran muy altas». Según algunas versiones, una de las cosas que evitaron el desastre fue un cortafuegos que, explican los vecinos, «hicieron el invierno pasado los de la compañía de la luz» y que protegía las puertas de la urbanización. Algo habrán tenido que ver también, claro está, los más de 250 efectivos desplegados y los 8 helicópteros «Bambi» usados para lanzar agua sobre el fuego en primera instancia que fueron prontamente reforzados por dos hidroaviones y otro helicóptero más facilitados por el Gobierno central.«Todos» los efectivosFuentes de la Comunidad explicaron que se habían desplazado al lugar de los hechos «todas las dotaciones» en servicio, un total de 30, además de numerosos efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que se fueron incrementando a lo largo del día hasta casi doscientos efectivos y que seguían llegando incluso cuando el incendio ya estaba prácticamente controlado.El constante viento que animaba de nuevo las llamas cada cierto tiempo, hizo que durante largas horas el incendio continuase siendo peligroso, como relataba un miembro de un retén que aunque no estaba de servicio había comparecido por si podía ayudar ya que, decía, «es el pinar de mi pueblo, el de toda la vida, y te da mucha pena que se queme así».Poco después de las cinco de la tarde, descansaba un rato, pedía algo de agua y un pitillo y estimaba que la cosa estaba «bastante mal», y que había peligro de que un cambio en el viento o un recrudecimiento de las llamas en zonas aparentemente apagadas pusiesen en aprietos serios a los que trabajaban a pie de fuego.Durante todo el incierto proceso, un buen número de los vecinos desalojados se refugiaron en un bar cercano, al otro lado de la carretera, puerta con puerta con el centro de control avanzado de la Comunidad (ese vehículo de última generación aunque sin aire acondicionado, eso sí, desde donde se dirigen todas las operaciones).Mapa en tiempo realAsí, los mandos observaban los progresos en la extinción mediante las imágenes emitidas por una cámara de enorme potencia situada en uno de los helicópteros. El aparato va mandando tomas progresivas de la zona (puede abarcar hasta cuarenta kilómetros), funcionando a modo de mapa «en tiempo real de las operaciones». Mientras, los vecinos, con mucha menos información y mucha más sed, «saqueaban» los frigoríficos del bar, cerveza incluida y elucubraban sobre las posibles causas del incendio, que a última hora de ayer aún no habían sido aclaradas oficialmente.Para unos, tenía que ser intencionado, una maniobra de especuladores que desean extender más aún las urbanizaciones. Para otros, la cosa estaba clara: con un monte descuidado, cualquier chispa puede terminar en desastre. La queja más habitual fue por la falta de información sobre los trabajos de extinción. A tres metros del epicentro del asunto, casi nadie sabía en realidad si su casa estaba a salvo o no. Hubo suerte, esta vez.