Crítica de cine
«Don Gato y su pandilla»: Aquel nostálgico callejón
A los que aún no han cumplido 40 años es probable que Don Gato les suene a chino. Pero el asunto cambia si pensamos en los que ya hemos peinado abundantes canas, para quienes el reencuentro, ahora vía sala de cine, con este minino vestido igual que un gángster de saldo y su entrañable pandilla nos provoca una indefectible nostalgia. Los tiempos, sí, han cambiado desde que al principio de los 60 la serie cautivara a los españoles, y ahora el villano, nada que ver con el encantador agente Matute, es el nuevo jefe de la policía, un tipo muy feo que pretende controlar la ciudad (repleta de edificios art decó, con una fisonomía mucho más acorde con la década en que la historia fue concebida) y las libertades individuales de los ciudadanos, a golpe de cámaras vigilantes y rudos robots. Menos mal que Don Gato anda bien de reflejos y todavía le queda alguna vida en la recámara, de manera que podrá vencer al tirano historia romántica mediante. Aunque la evolución técnica del género resulta palpable (en la definición de las sombras, por ejemplo), no piensen en Pixar ni otros monstruos de la animación: esta sencilla comedia familiar sólo persigue que los niños la sigan atentos y que los adultos sientan una alegre añoranza.Cómo pasan los años.
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